Publicado: Prensa Libre / Guatemala, 30 de Enero 2024
Reconozcamos la inherente dignidad de cada persona
El reformador y pastor Martin Luther King imaginó un Estados Unidos donde todas las personas, indistintamente del color de su piel, gozaran de los mismos derechos ante la ley. La visión contenida en los documentos fundacionales de su país no se había terminado de materializar, afirmó. Su sueño es atractivo para todos los países en los que conviven personas de distintas etnias, como Guatemala. Pero ojo, mucho de lo que hoy día pasa por derechos humanos de las minorías es contrario a su planteamiento. Los guatemaltecos debemos desechar el multiculturalismo colectivista y conflictivo.
King clamó por el fin de la segregación legal pues las personas afroamericanas necesitaban dos cosas: libertad e igualdad ante la ley. Tras eliminar las regulaciones discriminatorias, cada persona podría buscar mejores oportunidades de educación, empleo, vivienda y más. King creía en la meritocracia y el fruto del trabajo duro y honrado: no imponía su meta sobre los sueños nobles de los demás. No le ahorraba a nadie las dificultades inherentes a la vida. Cuando las reglas sociales respetan la vida, la libertad y la propiedad de cada persona, no hay garantías de éxito. Tampoco se producen resultados idénticos para todos. No obstante, se valida y se dignifica al homo sapiens sapiens y homo faber en todas sus dimensiones: el poder político, la legislación, y los conciudadanos ven a cada persona como nos enseñó el cristianismo, como una criatura única, irrepetible y de inmenso valor, querida por Dios. Es una mirada deliberadamente ciega ante las características físicas externas, las cuales, en última instancia, no están bajo nuestro control y no deben ser la fuente de nuestro sentido de identidad.
Décadas más tarde, en las universidades de Estados Unidos se organizan ceremonias de graduación paralelas por “afinidad” para que las personas de color o pertenecientes a la comunidad LGBT puedan celebrar su identidad racial y sexual. Presionadas por las consideraciones de Ambiente, Social y Gobernanza (ESG por sus siglas en inglés), las empresas contratan a empleados para formar fuerzas laborales como abanicos de diversidad, aún si ello requiere bajar sus estándares de calidad. Se procura avanzar una transformación social revolucionaria que asigne un trato privilegiado a los grupos antiguamente victimizados por los hombres blancos heterosexuales y supremacistas, según el credo de la teoría crítica de la raza y teoría de la interseccionalidad. La bandera del multiculturalismo (y del indigenismo) requiere de protección estatal, cuotas obligatorias y transferencias para los colectivos-víctimas, así como autonomía para la gobernanza de ciertos grupos.
El multiculturalismo es incompatible con el liberalismo clásico porque es una ideología colectivista. La persona no vale por lo que es, sino por sus rasgos externos y su pertenencia a un grupo. De allí el énfasis en clasificarnos y encasillarnos. Los formularios son cada vez más extensos y detallados: no es lo mismo ser nativo americano que nativo de Alaska, ni provenir de una isla del Pacífico que ser asiático. ¡Resucitan las castas coloniales: entre los hispanos hay gente de raza negra, blanca e indígena! Para complicar más las cosas, se oficializan ya más de 100 identidades de género. El multiculturalismo es neomarxista y conflictivo, puesto que reviste la lucha de clases de matices raciales y sexuales.
King vería las peticiones del multiculturalismo neomarxista como un retroceso respecto de su visión universal, que constituye, además, un cimiento sólido para una convivencia pacífica y próspera. ¡Resistamos la presión extranjera para implantar políticas destructivas!