Publicado: Guatemala, 18 de junio del 2024
¿Qué causa la parálisis gubernamental? Carroll Rios de Rodríguez examina las diferentes causas de la inacción gubernamental en el país. Rios explora cómo centrarse en funciones esenciales como la seguridad, la justicia y la protección de derechos podría revitalizar y agilizar la burocracia estatal.
Se comenta en las calles que el aparato gubernamental está estancado. El mismo presidente Arévalo usó la palabra “paralizados” luego de una reunión con los alcaldes de Suchitepéquez el 26 de abril. Afirmó que querría retomar algunos proyectos suspendidos. En Plaza Pública, Ricardo Barrientos afirmó en un artículo que “la carencia de resultados concretos” puede explicar la erosionada popularidad de la Administración Arévalo; el apoyo al presidente descendió de 78% a 54% en cinco meses, según la encuesta de Consultoría Interdisciplinaria en Desarrollo (CID). La gente pregunta por qué el Ejecutivo pide una ampliación presupuestaria millonaria si no da muestras de poder trabajar con los millones ya en su haber.
Se esgrimen alrededor de cuatro posibles explicaciones. Primero, el gobierno frenó acciones para levantar inventarios y poner orden pues considera que son corruptas muchas iniciativas de gobiernos pasados. Segundo, la promesa anticorrupción induce a la inacción, porque un funcionario petrificado se libra de ser tachado de corrupto. Tercero, algunos consideran que el partido Semilla llegó sorpresivamente al poder y le falta preparación. Cuarto, otros señalan que el presidente Arévalo y sus allegados siguen en modo campaña y priorizan los discursos y gestos simbólicos.
Además de estas posibles causas, genera atrofia la forma en que están diseñados los engranajes para la toma de decisiones dentro del gobierno. El análisis de las decisiones públicas se refiere a este fenómeno con una curiosa palabra: demosclerosis. Esclerosis es un término médico que describe el endurecimiento anormal de los tejidos corporales; quien padece el mal tiene gran dificultad para moverse. Parece ser que inventó el concepto político el autor Jonathan Rauch, quien publicó Demosclerosis: El silencioso asesino del gobierno americano en 1994. Él afirma que, a lo largo de los años, los gobiernos gradualmente pierden su capacidad de adaptación. Es decir, la democracia está gravemente enferma pues exhibe síntomas como la calcificación, putrefacción o hinchazón.
La hipótesis central de Rauch es que, desde que los gobernantes abrazaron el modelo benefactor, en la era de la postguerra, y crearon numerosos programas sociales, los grupos de interés de todo sabor y tamaño tocan a las puertas gubernamentales para pedir favores y privilegios. Los votantes pedimos que el gobierno cargue con cada vez más responsabilidades y satisfaga cada vez más demandas particulares. Los políticos responden favorablemente porque ellos tienen éxito en la medida en que amasan apoyo financiero y electoral. Crece el presupuesto y crece la administración pública; crece la industria del cabildeo y los parásitos dependientes de ayudas estatales.
Rauch concluye que este gobierno-pulpo requiere de una mejor calidad de gerenteo. Esto es sin duda lo que esperaban algunos guatemaltecos del Movimiento Semilla: creyeron que bastaría un cambio de las personas en los puestos de liderazgo para desplazar la maquinaria gubernamental en la dirección correcta. Ahora nos damos cuenta de que no es solamente un problema de recursos humanos, puesto que cualquier persona colocada en uno de estos puestos públicos será confrontada con procesos engorrosos, incentivos perversos, presiones cortoplacistas, la tentación de mandar vacuas señales virtuosas y más.
En realidad, es preciso buscar un retorno al modelo de gobierno limitado y recortar algunos programas superfluos. La burocracia estatal puede recobrar agilidad y dar una respuesta más acorde a las expectativas de los electores si se concentra en cumplir con sus funciones prioritarias de brindar justicia, seguridad y proteger nuestros derechos básicos.