Otra legislatura, la misma corrupción

Jorge Jacobs / Empresario y periodista / Cees@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, 14 de febrero del 2025

¿Por qué el discurso anticorrupción no se tradujo en acciones? Jorge Jacobs analiza la reciente ampliación presupuestaria de más de Q4 mil millones en el Congreso.

Como era de esperarse —lo dije en mi programa de Libertópolis la semana pasada—, los diputados oficialistas y todos sus acólitos no tardarían mucho en jugarle la vuelta a la Corte de Constitucionalidad con relación al presupuesto. Dicho y hecho, en menos tiempo de lo que le toma a Nayib Bukele que le pongan el sello de aprobación a todo lo que manda a la Asamblea Legislativa, los diputados aprobaron de emergencia nacional la ampliación presupuestaria por más de Q4 mil millones.

Los diputados acólitos eran los más interesados en que se aprobara la ampliación presupuestaria. No hay mucho pierde aquí. Tenían mil 800 millones de razones para hacerlo. Era la única forma de asegurar que se les pagara el dinero ofrecido a cambio de sus votos para aprobar la ampliación presupuestaria de 2024 y el presupuesto de 2025. Ninguno se despeinó. La gran mayoría del Congreso actuó al unísono para aprobar la ampliación. Una vez aprobada, regresaron a las riñas de siempre para quedarse con las mejores comisiones. Tal fue el jaleo que tuvieron que concluir la sesión sin asignar las comisiones. Es claro que la “unidad de propósito” en el Congreso solo funciona cuando el incentivo es lo suficientemente grande.

Nada nuevo bajo el sol. Así es como ha funcionado desde siempre el Congreso. Fue la excusa de Jorge Serrano para dar el “serranazo”. Fue la razón por la que peleamos para echar a los “depurables” del Congreso de aquella época. Es lo que ha seguido pasando con todas las subsiguientes legislaturas. La mayoría de los diputados ha vendido sus votos. Antes, lo hacían, literalmente, con “sobres bajo la mesa”. Pero en las legislaturas más recientes se han sofisticado. Ya no reciben el dinero en efectivo. Prefieren que se los paguen en “especie”, por medio de las obras asignadas a los Consejos Departamentales de Desarrollo (Codedes). Ya no se “ensucian las manos”. Ya ni siquiera tienen que “lavar el dinero de la corrupción”, porque en el gobierno les hacen el favor de dárselos lavado, planchado y bancarizado. Business as usual.

Lo distinto en esta legislatura es que los ahora oficialistas dijeron que iban a ser diferentes. Que no iban ser como los corruptos anteriores. Sin embargo, a la hora de la hora, han sido igual o peor de corruptos que sus antecesores. Con la compra corrupta de votos lograron que les aprobaran dos ampliaciones presupuestarias, que entre ambas llegan casi a los Q20 mil millones, amén de un gran presupuesto con uno de los déficits fiscales más grandes de la historia. Esta compra de votos tan descarada le ha costado a la actual administración buena parte de la credibilidad que todavía tenía con sus votantes y seguidores.

Razón tenía mi querido y recordado Zapeta de decir que el peor gobierno era el siguiente. Esa máxima también es aplicable para el Organismo Legislativo: el peor Congreso es el siguiente. Y casi ninguno se ha desviado de esa trayectoria.

No debe extrañar ahora que, hasta en el Índice de Percepción de la Corrupción, la administración del gobierno anticorrupción apenas haya logrado mejorar la puntuación de 23 a 25 sobre 100, manteniéndose en niveles similares a los del gobierno de Alejandro Giammattei. Uno hubiera esperado que el gobierno anticorrupción hubiera, por lo menos, llegado a los niveles de Jimmy Morales. Pero ni eso. Por lo visto, la multitud de contradicciones en las que el presidente y sus diputados han caído con relación a sus posturas anteriores ha hecho que hasta sus más fervientes admiradores duden de la tan cacareada lucha contra la corrupción.

Y si todavía les quedaba alguna duda, pienso que esta aprobación exprés de más de Q4 mil millones debería ser suficiente para quitar todo manto de ingenuidad.