¿Organizaciones no gubernamentales o privadas?

Carroll Ríos de Rodríguez / Catedrática y directora del CEES / crios@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, 22 de abril del 2025

¿Filantropía o política? Carroll Ríos de Rodríguez explica cómo algunas ONG han dejado de ser instrumentos de ayuda para convertirse en extensiones del poder político.

Existen dos tipos de organizaciones no gubernamentales (ONG):  unas son extensiones del sector público y otras son parte del sector privado.

Elon Musk, el empresario y director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge) de Estados Unidos, reveló que algunas ONG vinculadas al ámbito gubernamental operaban de forma corrupta.  Opinó que es “el engaño más grande jamás”:  el Gobierno canaliza los impuestos recaudados hacia ONG fundadas expresamente para captar ese dinero.  Altísimos porcentajes de esos recursos paran en las cuentas bancarias de sus ejecutivos o de funcionarios, en vez de ser invertidos en proyectos sociales.  Pocos reparamos en el despilfarro y los malos manejos de estas ONG que por años operaron con opacidad.

Seguramente estas ONG nacieron por una exaltada expectativa respecto del actuar gubernamental y no con mala intención. Pensarían algunos que los actores económicos en busca de ganancias dejarían de producir, o producirían en menor cantidad de la demandada, o a precios elevados, aquellos bienes y servicios deseados por la comunidad.  Quizás sean además una respuesta a la poca agilidad de ciertas agencias gubernamentales: se buscó eludir las rigideces de la regulación y la burocracia estatales a través de las ONG.

No obstante, la dinámica gubernamental absorbe a las ONG financiadas con fondos públicos.  No responden a criterios de celeridad, eficiencia o frugalidad puesto que reciben una tajada del presupuesto general.  Ven reducida su autonomía, pues obedecen a los intereses y prioridades del político donante. Aplican la autocensura. Con frecuencia, los fondos públicos desplazan a donantes privados que se descorazonan al notar desvirtuada la misión de la ONG.  En Estados Unidos, Doge notó cómo el financiamiento estatal alimentó la colusión entre universidades, medios de comunicación y ONG que juntos promovieron una agenda partidista. Deberíamos llamarlas entidades paragubernamentales, en vez de “no gubernamentales”.

Muy distintas son las organizaciones que se niegan por principio a aceptar contribuciones del Gobierno.  Hace décadas colaboré en la elaboración de un directorio de tales entidades, y las llamamos organizaciones privadas voluntarias (OPV), que es un buen nombre.  Pretendíamos registrar las miles de iniciativas filantrópicas o no lucrativas que demostraron ser eficientes y creativas, y que ejecutaban planes concretos para mejorar la vida de niños, mujeres, ancianos, minusválidos y otros grupos vulnerables.  Muchas de estas entidades son de inspiración religiosa.  Estas organizaciones suelen compensar por los deficientes servicios gubernamentales, y  ponen de manifiesto la generosidad de individuos y corporaciones privadas.

Estas espontáneas y voluntarias iniciativas deslumbraron al francés Alexis de Tocqueville cuando visitó Estados Unidos entre 1831 y 1832.  Miembros de cada  comunidad detectan necesidades insatisfechas y gestionan soluciones por su cuenta, sin esperar la intervención del Gobierno.  La escuela de Bloomington, fundada por los esposos Vincent y Elinor Ostrom, es heredera de Tocqueville, pues documenta una variedad de soluciones cooperativas para el manejo de bienes comunes.

Hoy día, se habla del emprendimiento social.  Aunque prácticamente todo emprendimiento busca solucionar una necesidad detectada de forma innovadora, el emprendedor social asume riesgos y procura idear esquemas sustentables que no comprometan la independencia financiera de las comunidades. Sus proyectos emergen en contextos competitivos y se esfuerzan por optimizar el uso de recursos escasos.