Nuevo amanecer o más de lo mismo

Fritz Thomas / Doctor en Economía y profesor universitario / Cees@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, 12 de diciembre del 2024

¿Una semana puede alterar décadas de historia? Fritz Thomas analiza la inesperada caída de Bashar al Assad en Siria y lo que puede venir en el futuro.

“Hay décadas donde no pasa nada y hay semanas en las que transcurren décadas” es una frase atribuida a Vladimir Lenin. Probablemente es apócrifa, de dudosa autenticidad; no aparece en sus escritos o discursos. Lenin murió en 1924 y la primera cita que le atribuye la frase data de 2001.

El derrocamiento de Bashar al Assad en Siria, tras más de cinco décadas de dictadura de la familia Assad y el Partido Baath, puede verse como un hecho histórico eléctrico que se desenvolvió sobre 12 días, o como la culminación de una guerra civil que inició en 2011. Hace un mes nadie podría haber predicho que la situación en Siria y Medio Oriente cambiaría tan dramáticamente en cuestión de días.

Hafez al Assad llegó al poder en 1970, mediante un golpe de Estado respaldado por el Partido Baath, cuya ideología combinaba nacionalismo árabe y socialismo; léase autoritarismo clásico. Siria se convirtió en un actor clave del eje antioccidental en la región, aliado de la Unión Soviética, primero, y de Rusia, después. Su hijo Bashar tomó el poder en 2000, perpetuando un sistema brutalmente represivo y totalitario. La familia Assad utilizó una política exterior agresiva para consolidar su legitimidad interna y Siria participó en múltiples guerras contra Israel, alineándose con Irán y la milicia libanesa Hezbollah.

El estallido de la guerra civil en 2011, en el marco de la Primavera Árabe, escaló a una guerra prolongada que desestabilizó profundamente al régimen. A lo largo de más de una década de conflicto, el régimen dependió de la ayuda de Irán, Hezbollah y, sobre todo, de Rusia, cuyo apoyo militar fue crucial para mantener a Bashar al Assad en el poder. En la oposición, varias milicias islamistas, kurdos, Turquía y otros actores se turnaban para pelearse entre ellos y combatir al régimen. La guerra causó más de 500 mil muertos y 13 millones de desplazados. Más de 6.8 millones de sirios viven como refugiados fuera del país, mientras otros 6.7 millones permanecen desplazados internamente. Turquía alberga a más de 3.6 millones de refugiados sirios, la mayor población refugiada del mundo. Alemania recibió a más de 800 mil refugiados sirios entre 2015 y 2016.

El movimiento rebelde que finalmente derrocó a Assad combinó fuerzas islamistas y nacionalistas, unidas por el objetivo común de acabar con el régimen. El 27 de noviembre las fuerzas rebeldes atacaron Alepo, avanzaron enfrentando débil oposición y el 8 de diciembre tomaron la capital Damasco; turbas saquearon el palacio de Assad, quien huyó a Rusia, donde se le concedió asilo. El principal grupo que encabezó el asalto, Hayat Tahrir al-Sham (HTS), y su líder, Abu Mohammad al-Jolani, tienen sus orígenes en Al Queda e ISIS. En una reciente entrevista en CNN, al-Jolani se presentó como un moderado que ha superado el radicalismo de su juventud y manifestó que respetará y protegerá a las minorías étnicas sirias.

Potencialmente, los grandes perdedores son Rusia, que cuenta con dos importantes bases militares en Siria y verá muy disminuida su presencia en Medio Oriente, e Irán, vecino que pierde el trampolín que ha utilizado para organizar y armar a las milicias que rodean a Israel. Grandes ganadores son Turquía y posiblemente el pueblo sirio, si no resulta que simplemente se ha cambiado un dictador por otro. Quizás sea un nuevo amanecer, o más de lo mismo, pero peor. Podría ser que al-Jolani realmente no haya superado su radicalismo islámico; se sabrá pronto al observar su postura hacia Israel. Siria pareciera lejana, pero los acontecimientos tienen grandes consecuencias para el futuro geopolítico.