NINGÚN GOBIERNO CREA RIQUEZA

Santiago Reachi / analista económico / Cees@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, junio de 1983

¿Pueden los gobiernos generar prosperidad mediante decretos? Santiago Reachi cuestiona la eficacia de la regulación y burocracia gubernamental para crear riqueza. Reachi explora cómo la verdadera prosperidad emerge del trabajo productivo de los ciudadanos, mientras que las intervenciones estatales a menudo reprimen el espíritu emprendedor.

Ningún gobierno ha podido crear riqueza alguna a base de edictos, discursos y «leyes». Lo único que en verdad crea riqueza es el trabajo productivo de la ciudadanía. No es la burocracia. El trabajo de producir en el campo, en las fábricas, en los telares, en los mares, en las carreteras, los bosques y tantos lugares con que, afortunadamente, cuenta el país. Nada se produce a base de «gobernar» con política unilateral, cargada a un lado de los que forman los diversos segmentos de la sociedad. Parece imposible que el poder público comprenda que el trabajo de burócratas es, hasta cierto punto, trabajo de holgazanes, improductivo aunque necesario. Ello, sin embargo, no ha de dar margen para multiplicar burócratas y acabar con la ciudadanía responsable, activa y que quiere trabajar.

En este sentido el poder público no ha podido o no ha querido limitarse a su verdadero papel. Es, simplemente, propiciar oportunidades para que la ciudadanía produzca y trabaje sin constituirse, el poder público, en mentor y dictador de todo. La riqueza pública no se obtiene a base de actos mistificados. No es obra de magia. Es el resultado de prácticas honestas, experimentadas, patrióticas y desprovistas de hiriente improvisación.

El nuevo poder público anuncia con inconfundible insistencia y la hace ley una equivocada y comprobadísima continuación de sus prácticas como «rector de la economía del país». Nada hay más revelador de las actuaciones populistas que esta actitud necia y dañosa. Es la causa INDISCUTIBLE de las condiciones caóticas en que han dejado a México los dos inmediatos antecedentes en el poder. Y, así, no se convencen aún. El alegato de ellos es por demás insubstancial pues aducen que se trata de acabar con el intermediarismo que provoca alza en precios, sentar bases para modernizar el comercio interno y regular precios. Todo esto afirma la inexcusable ignorancia de las realidades. El intermediarismo eficiente, el promotor experimentado y limpio, son factores de gran valía en el desarrollo de una economía planeada por los sectores que se dedican a ello, no es cosa de gobierno. No es papel del poder público. Lo tiene ya MUY DEMOSTRADO. Lo repite y vuelve a fracasar. Tercamente, lo vuelve a repetir y vuelve a fracasar. ¿Cuándo se han de convencer de que hacen las cosas muy mal? Debe ser en el mismo momento en que ocurre el error. Pero el estado «rector» no quiere convencerse, no quiere soltar la «sabrosura» que ello entraña.

NOS LLEVARON AL CAOS… ¡Y QUIEREN CONTINUAR!

Hemos vivido 12 años de inflaciones sin precedente, inflaciones provocadas casi intencionalmente por los burdos ejercicios y torpes actuaciones del estado. Durante 12 años «disfrutaron» lujos de incurrir en la deuda más espantosa, más criminalmente incurrida de toda la historia de México. Además, gozaron de la «felicidad» de obtener créditos y adeudos hasta el límite de lo cuerdo y de lo posible. Bien merecido lo tienen los «acreedores» por pasarse de vivos. El petróleo de México se ha explotado inicuamente y de manera irresponsable. ¿Por quién? ¡Quién ha de ser! El poder público, ni más ni menos. Millones de barriles se han extraído del fondo de la tierra y sólo han servido para perder todo lo que valen y, además, cargarnos de vuelta su valor con INTERESES, en muchos casos hasta del 18 por ciento. ¡Qué inconmensurables absurdos! Y así insisten en seguir siendo rectores de la economía . . . Han colocado al país en amargo entredicho, descuartizado lo que pudo haber sido un brillante porvenir inmediato, que aliviará todos los males materiales de los infortunados ciudadanos.

Serán varias generaciones las que quedarán esclavizadas a esa rutina… creada, ampliada y «regida» por el estado. Se han producido miles de millones de barriles de nuestro petróleo, no para aprovecharlos cuerda e inteligentemente, no. Se obtuvieron para ensanchar la destrucción y el caos en forma que sólo un gobierno que no sabe lo que esta haciendo lo puede realizar con gran desparpajo, atento a que el pueblo victimizado se arrodille y aplauda las geniales actividades oficiales.

¿Así es como se va a seguir…? ¿No hay otra forma?

ARROGANCIA, IGNORANCIA Y POLITIQUERÍA

Las grandes tragedias de la humanidad nunca se han podido justificar más que a través de actos mal concebidos, sean de buena o mala fe. Después de ocurridas se busca la razón del problema y se trata de remediarlo. Ello es natural, para no volver a incurrir en el mismo trágico error.

En nuestro medio «político» hay mucha ignorancia. Mucha arrogancia agresiva sin razón alguna que lo justifique. Nuestra situación increíblemente trágica se debe exclusivamente a los vanos ejercicios del poder público quien, jactándose de saberlo todo y poderlo todo, ha paralizado criminalmente la iniciativa ciudadana capaz, productiva y patriótica. No es así como se hace patria.

Lamentablemente, los jerarcas de los últimos 12 años no se toman la molestia de estudiar un poco la historia económica de este planeta que, después de todo, es difícil aprendérsela como tampoco es difícil respetarla, procurando evitar duplicidad constante de consecuencias trágicas.

La maravillosa lección dada por Alemania, después de una devastadora guerra en la que el país quedó materialmente deshecho, no ha de echarse a saco. El marco alemán llegó a una posición devaluada tal que se requería una carreta de billetes con millones de marcos para adquirir una pieza de pan. Esa misma Alemania, bajo la dirección de un modesto pero competentísimo maestro en materia económica, el Doctor Ludwig Erhard, surgió de sus cenizas hasta constituirse en una potencia de las más importantes del mundo de la posguerra. Otro país derrotado, espantosamente destruido con las bombas atómicas de los ejércitos aliados que obligaron a la rendición incondicional, el Japón, también ha resurgido por razones y políticas similares a las que ejerció Alemania, constituyéndose el Japón en otra de las más importantes potencias de la actualidad. ¿Cómo es que estos dos países, derrotados fulminantemente por los ejércitos aliados se convirtieron en dos potencias económicas, industriales y comerciales en un lapso relativamente breve? Sobre esta materia muchos de nuestros escritores, sobresalientes especialistas, han escrito repetidamente, aclarando, haciendo minuciosas consideraciones de gran valor y de tal importancia que, de haberlas estudiado, siquiera superficialmente, tal vez las dos administraciones políticas anteriores no hubieran dado cara a cara con tan tremendo fracaso, precisamente, por ejercer lo opuesto a lo prescrito por economistas de gran calibre, como en el caso del maestro y Doctor Erhard, autor del frecuentemente citado «Milagro Alemán».

LO QUE DICE EL DOCTOR ERHARD

¿Y qué es lo que prescribe este destacado maestro y redentor de la economía alemana? Vamos a reproducir declaraciones del maestro, que aparecen en su estupendo libro«Bienestar para Todos».

«Repito dice el maestro Erhard, no es misión del Estado intervenir directamente en la economía; en todo caso, no lo es mientras la economía misma no provoque y justifique esa intervención. Tampoco encaja en el cuadro de una economía basada en la libertad de movimiento de los empresarios el que el estado mismo actúe como empresario… No se puede decir, por una parte, al Estado que se abstenga de ejercer actividades económicas, y luego, cuando convenga, apelar a su ayuda. Hay ya una especie de reparto del trabajo entre la economía de empresa, con su punto de gravedad en la esfera del empresario, y la actividad político económica como tarea del gobierno.

«Así como en el ámbito estatal, es decir, en el ámbito políticamente social, existe un orden que viene dado por ley fundamental que regula la convivencia de los hombres y configura sus relaciones, así también en la economía. Las responsabilidades aquí se hallan claramente discernidas. El empresario es responsable de su empresa; allí puede exigir con todo derecho que el Estado no se meta a ordenar o tutelar sus acciones y le deje disfrutar de una auténtica libertad de empresario, ejerciendo libremente sus movimientos. En esta justa exigencia yo soy el primero en apoyar al empresario. Ahora bien, precisa una explicación por qué es que doy una importancia decisiva a estas cuestiones, considerando a la economía en general, como de gran trascendencia en el destino de un pueblo. No quisiera suscitar la impresión de que a mi juicio la economía suministre la panacea para todas las dificultades comunitarias y sociales. Pero así como el individuo necesita de su vida física para ser hombre en sentido trascendente para desenvolver su espíritu, así también ocurre en la vida de un pueblo. La economía es quizá lo más primitivo, pero también lo indispensable. Únicamente sobre la base de una economía sana puede la sociedad cumplir sus fines propios y finalidades deseables …».