Lucy, maestra inolvidable

Luis Figueroa / Profesor universitario / roark61@gmail.com

Publicado: Guatemala, 24 de febrero del 2025

¿Quién fue Lucy Martínez-Mont? Luis Figueroa relata el legado excepcional de Lucy Martínez-Mont, una mujer que encarnó los valores de la libertad.

Lucy Martínez-Mont era legendaria cuando yo estudiaba en la universidad. Una vez escuché que en clase había regalado un krugerrand, y los krugerrands eran unas monedas celebérrimas, de una onza troy de oro fino, emitidas por Sudáfrica.

¿Vas a creer que, en todo el tiempo que después tuve la dicha de trabajar junto a ella, nunca le pregunté si eso era cierto? Voy a justificar mi descuido por el hecho de que Lucy siempre tenía una conversación magnífica que había que aprovechar con todo.

Lucy era economista y era una economista de verdad, como los que describe Friedrich A. Hayek en “El dilema de la especialización”. Lucy sabía de historia y de otras ciencias sociales. No era solo una mujer leída, sino que era una mujer culta y de mundo, que había crecido en un ambiente nutricio para la intelectualidad. Era tan educada que no era pedante por ello, aunque tenía un carácter fuerte, eso sí. ¿Quién que la conociera no recuerda a Lucy vivaz y elegante?

Sabía de mi debilidad por la buena comida y la cocina, así que, de cuando en cuando, hablábamos de las delicias de la mesa. Durante un almuerzo en su casa, una vez me mostró su libro de recetas favorito y pasamos un buen rato hojeándolo y comentando. Hablamos de comidas que ya no están de moda y que sería bonito que regresaran. Ahora mismo no recuerdo cuál era su posición con respecto a los áspics, pero hablamos de los áspics.

Para los no iniciados, los áspics son gelatinas saladas y mis favoritos son uno que es como la bandera de Italia, con colores verde, blanco y rojo, y otro que mi abuela preparaba con camarones y carne de patitas de cerdo. ¡Ah, la próxima vez que prepare uno de esos será para honrar la memoria de Lucy!

Cuando Lucy dirigía el programa Exploraciones de la Libertad —de la Universidad Francisco Marroquín y el Liberty Fund—, me invitó varias veces a participar en coloquios. Recuerdo bien uno sobre la obra de John Locke, otro titulado “La educación universal”, uno más sobre “Empires of the Atlantic World”, la obra de J. H. Elliot; otro titulado “Max Weber: la libertad, el poder y el dominio”; otro que llevaba por título “La libertad y la autoridad en el pensamiento español”; uno más sobre el pensamiento económico de los escolásticos tardíos; uno titulado “Los valores de la libertad”, y otro más sobre libertad, igualdad y redistribución. También en uno sobre el Canal de Panamá, en el que fui observador, no participante. Cuento esto porque, gracias a Lucy, tuve la oportunidad de leer libros fascinantes y de conversar sobre ellos con personajes de gran talla en el mundo hispanohablante.

Lucy era columnista y siempre me gustaba leer lo que publicaba. En una de mis favoritas, Lucy argumentó que, seguramente, Jesús no era pobre como lo pintan. Y, por supuesto que, ofreció argumentos razonables. Por ejemplo, que los soldados se jugaron a los dados la túnica de Jesús y que eso no hubiera tenido sentido si aquella prenda no hubiera sido de buena calidad. Lucy era creyente, pero era intelectualmente honesta. Cuando falleció su nieto, me partió el alma su tristeza; pero, ni aun en aquellos momentos sombríos, su presencia dejó de ser la de una gigante, a pesar de que era menuda.

Lucy Martínez-Mont tiene un lugar de honor como maestra y como persona. “L’chaim”, querida y recordada Lucy.