Publicado: Guatemala, julio de 1978
¿Qué prefiere el consumidor: precio o disponibilidad? En su artículo de 1978, Manuel F. Ayau explica los efectos de los controles de precios sobre la producción y la disponibilidad de los bienes.
El delicado proceso de producción, distribución y consumo de bienes se lleva a cabo escogiendo entre alternativas según los precios relativos de las mismas.
Así resulta que recursos se retirarán de producir X cuando se pueden emplear en forma más rentable en producir Y. Comeremos más papas cuando su precio, relativo al maíz, disminuye. Utilizaremos los pastos que se destinaban a ganado lechero, a otra cosa cuando producir leche no resulta rentable, o las tierras destinadas a caña de azúcar cuando su producción deja de ser rentable.
La ley puede poner precios topes, pero no puede obligar a nadie a producir cosa alguna. Y si el precio tope no permite una ganancia comparable a la que se tendría utilizando esos recursos en otras cosas, la abundancia de lo que tiene precio tope disminuirá y aumentará la de otras cosas, que por ser menos importantes no se les pone precio tope. Así se causa escasez de aquello que precisamente, por considerarse más deseable, se le puso precio tope.
¿Y qué prefiere el consumidor? ¿Que el precio sea barato, pero que no haya, o que sea un poco más caro, pero que sí haya?
¿De qué nos sirve que el precio sea muy barato pero que no hay que comprar?
Por otro lado, un precio tope, que artificialmente hace que un artículo sea más barato, induce a la gente a utilizar más de ese artículo en vez de usar otro, que, sin control de precios, sería relativamente más barato. Ello causa que se ponga más escaso aún el artículo que tiene precio tope.
Por ejemplo, el cemento. Si el cemento lo vendieran los fabricantes a un precio más alto, no tan alto como el precio de mercado negro, que al fin y al cabo es lo que le cuesta al usuario, sucederían varias cosas: 1º. Se dejaría de usar cemento en usos de tercera importancia aumentando así lo disponible para usos de primera importancia. 2o. Induciría a utilizar sustitutos para usos donde el sustituto existe y resultare más económico a la luz de los nuevos precios, aumentando así lo disponible para los usos donde no tiene sustitutos económicos. 3o. Bajaría el precio del nivel que se establece en el mercado negro, ya que la diferencia entre el precio de fábrica y el de mercado negro disminuiría, mermando así la ganancia del intermediario clandestino cuyo mercado también disminuyó.
Quienes ven con desagrado el hecho de que el productor gane más, y por ese hecho les gustan los precios topes, deben preguntarse qué prefieren, ¿primero, si que esa ganancia la obtenga el fabricante del artículo deseado o que la obtenga el intermediario del mercado negro, que al fin y al cabo podría estar produciendo otras cosas más valiosas para la sociedad, y segundo, si al ser más rentable la producción del artículo deseado, no inducirá al aumento de producción y de número de productores? Nadie querrá meterse en un negocio que debido al precio tope da pérdidas o resulta menos rentable que otras alternativas de uso del tiempo, capital y recursos.
También, debe comprender la ciudadanía, que si ha habido inflación en los factores que se utilizan para la producción de cualquier cosa incluyendo por supuesto, mayores sueldos y salarios, y el consumidor no está dispuesto a pagar lo que se necesita para que el producto llegue a sus manos, simplemente no le llegará, porque un productor puede producir perdiendo, pero por muy poco tiempo.
Si no hay producción, se perderá también esas plazas de trabajo: los salarios bajarán.
El ajuste a la, inflación de los últimos cuatro años tiene que completarse y este es un proceso de reajuste que dura algún tiempo, en lo que todos los efectos terminan de equilibrarse al nivel más alto.
Si ya no continúa el alza inmoderada de medio circulante, lo cual abarata el dinero, es decir, encarece las cosas las olas inflacionarias se irán calmando. Es como dejar caer una piedra en una pila. Las olas van extendiéndose cada vez más lejos y el nivel sube parejo, pero al fin, se calman.
Con poner diques para que las olas no corran no se impide que el nivel del agua suba. Lo único que se logra es que suba de todos modos, pero causando toda clase de tensiones sociales.
El proceso de ajuste, desde luego, implica problemas políticos serios para el gobierno, pero la alternativa de no eliminar los controles de precios, es peor, pues no sólo no funciona sino agrava considerablemente y prolonga indefinidamente los problemas políticos mismos.
Es generalmente reconocido que la inflación causa problemas políticos que se quedan chicos comparados con los que causa la inflación reprimida.
Mejor un rato colorado… y preferiblemente antes de que entre el nuevo gobierno para que tenga la mejor oportunidad posible de gobernar sin estos y mayores problemas que a nadie le convienen.