Publicado: Guatemala, mayo de 1984
¿Impulsa la ayuda externa el desarrollo económico? Luis Pazos analiza cómo la ayuda y los créditos externos han fomentado la irresponsabilidad gubernamental, exacerbando la miseria en lugar de mitigarla. Pazos examina la necesidad de reformas que restrinjan el endeudamiento sin control para asegurar una gestión más responsable de la economía nacional.
En un artículo aparecido en la revista Harpers (Second Thoughts About the Third World noviembre de 1983), el investigador Thomas SowelI de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford, afirma que una de las políticas que más ha dañado a los países del Tercer Mundo es la ayuda externa, pues ha permitido a los gobiernos del Tercer Mundo actuar con mayor irresponsabilidad y llevar a cabo políticas en contra de sus países.
Sowell pone el ejemplo de Tanzania, país de África que ha recibido en las últimas décadas más ayuda exterior por persona que cualquier otra nación, sin embargo, su producción por trabajador ha declinado en 50% en la última década, se ha convertido de exportador en importador de maíz, más de la mitad de las 300 compañías expropiadas por el gobierno han quebrado y muchas se mantienen operando con pérdidas. Y mientras la economía declina, la burocracia gubernamental ha crecido en 14% al año.
Tanzania, afirma SoweII, es un ejemplo de que la ayuda externa, lejos de apoyar el crecimiento de varios países del Tercer Mundo, los ha sumido en una mayor miseria.
LOS CRÉDITOS DEL EXTERIOR
Todavía peor que la ayuda del exterior ha resultado para los países subdesarrollados los créditos externos. En su mayoría manejados por los gobiernos han sido dilapidados y formado un círculo vicioso: pedir prestado para pagar los préstamos anteriores. La mayoría de los créditos han sido gastados en programas para lograr una teórica mejoría social, que por lo general no se traduce en ningún aumento en los niveles de vida de los pueblos.
En la actualidad la deuda externa de los países llamados subdesarrollados, entre ellos Argentina, Brasil, Venezuela y México, se ha convertido en una pesada carga que amenaza con la insolvencia o en el mejor de los casos tener que exportar durante muchos años para pagar la deuda que contrajeron durante la última década.
En todos los foros internacionales, como en la reciente reunión convocada por el BID en Punta del Este, celebrada a finales de marzo, los gobernantes de los subdesarrollados se quejan por los altos intereses de la deuda externa y se sitúan en el papel de víctimas.
LOS ALTOS INTERESES
Es cierto, los altos intereses de los países desarrollados han aumentado la carga de la deuda, pero no podemos responsabilizar a ese fenómeno de la situación por la que atraviesan la mayor parte de los países acreedores, entre ellos México.
El desequilibrio externo que sufren países como México, más que originado por el alza internacional de los intereses, es debido al excesivo endeudamiento de los últimos dos gobiernos.
Si en México hubiéramos tenido en las últimas décadas gobernantes prudentes y honestos, en estos momentos en lugar de deber dinero al exterior nos deberían de deber. Es paradójico que debido a la mala administración pública todos los miles de millones de dólares que ingresaron por concepto de petróleo se hayan revertido en una mayor deuda externa, que en estos momentos nos condena prácticamente a exportar petróleo para pagar lo que se debe.
Para cualquier mortal que no esté adentrado en la capacidad de dilapidación, deshonestidad y poco patriotismo que han tenido nuestros gobernantes en los últimos años, es difícil comprender cómo un gobierno que en los seis años de gobierno recibió cerca de 50 mil millones de dólares por concepto de exportación de petróleo, haya dejado una deuda de cerca de 60 mil millones de dólares.
Es sorprendente la mala memoria de muchos de los gobernantes que participaron en ese derroche, al presentarse en los foros internacionales como si fueran víctimas de sucesos ajenos a ellos los que provocaron la grave situación de endeudamiento en que se encuentra nuestro país.
LA SOLUCIÓN
La solución al creciente endeudamiento externo de México no se encuentra en las negociaciones conjuntas de la deuda con otros países, prórroga, moratoria o disminución de los intereses. Esas medidas sólo serían paliativos pero no soluciones al problema.
La solución está en que si para algo sirve eso que se llama Congreso o Poder Legislativo, prohíba al Poder Ejecutivo endeudarse en el exterior. Y se eleve a rango constitucional una ley que prohiba a los gobernantes endeudar al país. Las facilidades que han tenido nuestros últimos gobernantes para endeudar a su antojo en el exterior a sabiendas que contaban con el apoyo y el servilismo del Poder Legislativo, ha provocado que aunque los gobernantes salgan de sus puestos millonarios, en gran parte por las ventajas que sacaron del dinero prestado, dejen hipotecado al país.
También se debe prohibir que el gobierno avale cualquier tipo de deuda de empresas particulares. Y que los bancos extranjeros, que han ganado muy buenos intereses con los préstamos a gobiernos o empresas del Tercer Mundo, corran la suerte de las empresas y gobiernos a los cuales le prestaron.
La culpa de los bancos extranjeros reside en que en un afán de obtener mayores beneficios y ante la facilidad con que los funcionarios accedían a pagar altos intereses por los créditos, con tal de recibirlos en el menor tiempo posible, prestaron importantes sumas a gobiernos a sabiendas de que serían mal utilizados y dilapidados.
Sin embargo, la responsabilidad de la deuda se encuentra fundamentalmente en nosotros y no en el extranjero. Y decimos nosotros, porque si bien fueron nuestros irresponsables gobernantes quienes han hipotecado al país, ha sido también el pueblo quien pasivamente ha permitido que un pequeño grupo de gobernantes que se dan golpes de pecho de nacionalistas y de revolucionarios, dilapiden nuestros recursos, nos hipotequen en el exterior y actualmente disfruten entre millones de dólares desde el extranjero el desquebrajamiento económico y moral de un país al que alguna vez prometieron servir.