Publicado: Prensa Libre/ 6 de noviembre del 2025
¿Más leyes o más libertad? Ramón Parellada explica cómo la maraña de regulaciones frena el crecimiento económico y condena a los países pobres al atraso.
Si queremos un mayor crecimiento económico debemos evitar regulaciones innecesarias. La mayoría de las regulaciones sobra y hace daño. En un verdadero Estado de derecho, en el que cualquiera que cause un daño a terceros tenga que resarcirlo, se harían innecesarias tantas regulaciones. Basta con que las personas respeten la vida, la propiedad y la libertad de los demás para que una sociedad civilizada funcione, innove, se desarrolle y pueda crecer a su máximo potencial.
Es tan sencillo de explicar, pero tan difícil de comprender. Los políticos se han dado a la tarea de ofrecer toda clase de beneficios a los más pobres, haciéndoles creer que de esa manera estarán mucho mejor. El peor enemigo de los pobres y más necesitados es la ignorancia económica, que no es solo de muchos de ellos, sino de toda la sociedad, incluyendo a los más ricos. Los políticos brillan por su enorme ignorancia en estos temas económicos y, por ello, ofrecen lo que sea con tal de llegar al poder. Estoy hablando de aquellos que tienen buenas intenciones y quieren ayudar a los demás. Sin embargo, el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Aparte están los políticos y mercantilistas que buscan el poder para obtener rentas. Estos son capaces de entender los temas económicos, pero engañan sin escrúpulos con tal de obtener beneficios mayores, aprovechando las influencias y el poder que consiguen en los diferentes puestos del gobierno.
La ignorancia económica es lo que tiene a los países del tercer mundo sumidos en la pobreza. Cada día, países de África, Latinoamérica y otras regiones pobres del mundo se topan con más regulaciones de todo tipo, copiadas de los países más desarrollados. Se les olvida que esos países crecieron con menos regulaciones. Milton Friedman decía que, si un país pobre quiere desarrollarse, debe copiar lo que los países más desarrollados hicieron para crecer cuando eran pobres y no ahora que son ricos. Las regulaciones funcionan como camisas de fuerza. Poco a poco, van disminuyendo el crecimiento económico con trámites, licencias, permisos y burocracia innecesaria, además de privilegios para unos pocos. Esto hace que el gobierno crezca innecesariamente, obligando a los que producen riqueza a pagar más impuestos. Para emprender un nuevo negocio, estos requisitos atrasan el comienzo de las actividades, implicando costos onerosos entre los que están los financieros y los de trámites. Una empresa grande busca países donde las regulaciones, los tiempos de constitución de una empresa y los trámites sean los menores posibles. También eligen lugares donde la seguridad y la justicia funcionan, son eficientes, rápidas y protegen los derechos individuales.
Los países ricos se pueden dar el lujo de tener más regulaciones, pues ya tienen un nivel de vida muy superior al de los países pobres. Sin embargo, llega un momento en que esas regulaciones sobrepasan un límite y les impiden seguir creciendo al ritmo que tenían cuando eran pobres. Cuando la gente vota en estos países a favor de diferentes regulaciones, lo hace sabiendo que les implicará un costo que posiblemente tengan que pagar todos. ¿Pero están dispuestos a hacerlo? Con mayor nivel de vida, educación y comprensión de la economía, muchos deciden que vale la pena el sacrificio. Veo como ejemplo a Alemania, en la que la gente decidió hace algún tiempo que no querían reactores nucleares para generar energía eléctrica y ahora están pagando mucho más por la energía que consumen. Son lujos, a mi juicio equivocados, que se puede permitir un país desarrollado, no uno pobre que aún le falta mucho para que el nivel de vida de su gente mejore notablemente.