Hacia un futuro sin ISR

Ramón Parellada C. / Empresario, catedrático universitario y director del Centro de Estudio Económico-Sociales (CEES). / rpc@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, 30 de enero del 2025

¿Pueden otros impuestos reemplazar al ISR? Ramón Parellada analiza la propuesta del presidente Donald Trump de abolir el ISR. Parellada explica cómo esta propuesta implica una significativa reducción del gasto público.

Una de las propuestas atrevidas del presidente Donald Trump es la de eliminar el ISR (impuesto sobre la renta) federal. Lo mencionó indicando que Estados Unidos había estado mucho tiempo sin ese impuesto y tenía sus ingresos a base de impuestos arancelarios.

Recordemos que antes del establecimiento del ISR en Estados Unidos de América, los ingresos del gobierno estaban basados principalmente en los impuestos a la importación. Fue en 1913 cuando se estableció el ISR con la aprobación de la 16ª Enmienda a la Constitución. La tasa era baja y supuestamente el ISR sería temporal, oscilando entre el 1 y el 7%. Los aranceles de importación en esa época estaban alrededor del 30%, aunque llegaron a bajar al 15% para luego incrementarse durante la Gran Depresión, alcanzando alrededor del 60%. Este incremento agravó la crisis de la época. Durante la Segunda Guerra Mundial y con el objetivo de financiar la guerra, las tasas de ISR llegaron a superar el 81%, alcanzando un rango máximo del 94%. Una barbaridad. Los aranceles de importación estaban, en ese momento, alrededor del 30%. Desde entonces, todas las tasas comenzaron a disminuir. Desde hace algunas décadas, el promedio de aranceles de importación en EE. UU. oscila entre el 2 y el 5%. La tasa del ISR actualmente es progresiva y depende de los ingresos, variando del 10% hasta un máximo del 37%.

La idea de eliminar el ISR es fabulosa, pero para ello debe ir acompañada de una enorme reducción del gasto público. Además, incrementar los aranceles no es buena idea, ya que tanto los ciudadanos estadounidenses como los de otros países del mundo entero se benefician enormemente de un mayor comercio libre, sin mayores restricciones ni tarifas arancelarias o no arancelarias.

Desde hace mucho tiempo, el Dr. Manuel F. Ayau Cordón insistía en que había que eliminar el ISR porque era un impuesto al rendimiento del capital. El premio Nobel de Economía Vernon Smith llegó a la misma conclusión con sus experimentos controlados, afirmando que si los países se quieren desarrollar rápidamente, se debe evitar gravar el capital. Robert Nozick, gran filósofo del siglo XX, en su libro Anarquía, Estado y Utopía, en el capítulo denominado Justicia distributiva, consideraba que gravar las ganancias producidas por el trabajo equivale a una forma de trabajo forzado, o, dicho de otra manera, a trabajo de esclavos.

El Dr. Ayau decía que el ISR tiene muchas desventajas. Algunas son: invade la privacidad de los individuos, atenta contra la libertad de estos al involucrar al gobierno en las cosas privadas de cada uno; afecta las ganancias y el capital, lo que reduce la creación de oportunidades para los pobres (empleos permanentes, etc.); es de los más costosos de cobrar; es de los más fáciles de evadir; fomenta la economía informal y genera mucha corrupción.

Pienso que eliminarlo debe hacerse de una vez, de un solo golpe. El gradualismo solo lo dejaría permanentemente. Un estadista tendría que reducir drásticamente el gasto del gobierno, cerrar muchos programas y ministerios innecesarios y ajustar otros tipos de impuestos que podrían ser arancelarios sin elevarlos demasiado o implementar el IVA (impuesto al valor agregado). Este tipo de impuestos son indirectos y afectan menos al capital y su rendimiento. Disminuir el tamaño del gobierno es una tarea titánica y muy difícil, debido al interés de todos los políticos que viven de él. Sin embargo, se puede lograr. Milei lo está haciendo ya en Argentina. Termino mencionando al profesor francés Pascal Salin, quien en su libro La arbitrariedad fiscal sostiene que “todos los impuestos son arbitrarios”.