Publicado: Estados Unidos, 12 de junio del 2024
¿Realmente la asimetría de información constituye un fallo de mercado? Walter Block examina cómo el conocimiento desigual es inevitable en las transacciones diarias. Block analiza las soluciones que el mercado provee por sí mismo y cuestiona la necesidad de la intervención estatal para la reducción de los fraudes.
Todos queremos acabar con el fraude. Además de ser intrínsecamente malo, este tipo de delito también socava la economía. Sí, las ganancias mutuas derivadas de transacciones fraudulentas pueden seguir obteniéndose ex ante (mirando hacia el futuro). Esto es así en todas las interacciones comerciales, sin excepción. Cada parte, incluso en las interacciones fraudulentas, espera obtener una utilidad de la compra o venta o alquiler o préstamo, etc. Sin embargo, el fraude causa estragos en la utilidad a posteriori. Sólo una parte puede ganar; la otra es la clara perdedora. Todos los hombres de buena voluntad deben oponerse necesariamente al fraude, ya que se opone al florecimiento humano.
¿Cómo erradicar el fraude? Una posibilidad es declarar que la asimetría de información es un fallo del mercado y hacer que el gobierno aborde este problema. Una forma de hacerlo sería que el Estado educara a los ignorantes. Otro enfoque igualmente positivo sería atontar a los listos. Aquí emplearíamos al “Handicapper General” de Kurt Vonnegut. (Muchos críticos piensan, no sin razón, que esto es lo que consigue ahora la educación pública). Una tercera opción sería hacer un poco de ambas cosas. Al fin y al cabo, el objetivo no es mejorar la información, sino igualarla entre todos.
Mucha suerte.
¿Qué se puede decir de positivo de una propuesta tan tonta? Un argumento a su favor es que si existiera plena simetría en términos de posesión de información, entonces, desde un punto de vista praxeológico, no podría existir la estafa. Si ambas partes tuvieran exactamente el mismo conocimiento de todas las consideraciones relevantes que aportar al mercado, entonces sería una contradicción lógica que una pudiera aprovecharse de la relativa ignorancia de la otra de alguna manera.
Pero ésta es una forma muy problemática de abordar el problema. Por un lado, sólo un pequeño porcentaje de todos los tratos comerciales son delictivos en este sentido. Sin embargo, de los casi 8 000 millones de personas que ocupan actualmente la tercera roca desde el sol, sería difícil rechazar la noción de que hay aproximadamente el mismo número de personas de las que se puede decir con propiedad que tienen diferentes cantidades de información. El conocimiento asimétrico está aquí para quedarse, y no hay nada, aparte de las nociones más radicales de la ciencia ficción, que alguien pueda hacer al respecto. También es difícil atribuir una conexión causal entre este estado desigual de las cosas y los estafadores, ya que prácticamente todas las interacciones comerciales muestran asimetría informativa, y muy pocas operaciones, afortunadamente, son fraudulentas.
¿Qué fuerzas del mercado contribuyen a mejorar este problema? Al igual que el sistema de libre empresa internaliza las externalidades, también existen instituciones que, felizmente, reducen radicalmente la incidencia de las estafas comerciales cuando las disparidades informativas son especialmente rampantes. Por ejemplo, Carfax reduce el riesgo de la venta de automóviles defectuosos. Este papel lo desempeña el patrón oro en las transacciones monetarias. También existen los “Informes del consumidor” para artículos de esa naturaleza. Del mismo modo, la función de Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch es lograr prácticamente el mismo objetivo en los mercados de acciones y bonos.
En resumen, no hay tal cosa como un fallo del mercado, a pesar de las afirmaciones de la mayoría de los economistas neoclásicos en sentido contrario, ciertamente no este en particular.