Publicado: Guatemala, 21 de marzo del 2025
¿Torpeza o cálculo político? Jorge Jacobs reflexiona sobre el reciente escándalo de los seguros obligatorios.
¿Fue el affaire de los seguros obligatorios contra daños a terceros uno más de los crasos errores de la administración de Bernardo Arévalo, o una genial estrategia para babosearse a la población y desviar su atención de otros temas? Me inclino a pensar que fue nada más que una metida de pata, como otras que han tenido a lo largo del poco más de un año de administración, pero uno fácilmente podría argumentar que, como medida de distracción, también funcionó muy bien. ¿Nos enteraremos algún día de la verdad?
Sobran argumentos para sustentar ambas versiones. Como medida política, me parece un craso error presentar un cambio tan radical de política —aunque ya estuviera en la ley desde hace 25 años— tan de repente y con tan poco tiempo para implementarlo. Si de verdad les preocupara el bienestar de las víctimas, uno esperaría que se hubieran tomado el tiempo necesario para entender cuál es el verdadero problema. Para considerar qué cosas se pueden hacer y qué no, determinar un tiempo razonable para la implementación de los cambios y hacer consultas, por lo menos, con algunos representantes de los involucrados en la implementación, como, por ejemplo, de las aseguradoras, los transportistas y los motoristas. Pero no. Aparentemente no hicieron nada de eso.
Ello podría indicar que la preocupación por las víctimas de los accidentes no era realmente lo que los movía. Pero también puede apuntar a que “así de arrebatados son ellos, no piensan las cosas, se tiran al agua y luego averiguan”, lo que coincidiría con otras decisiones que han tomado a las cuales no les encuentra uno ni pies ni cabeza y nos vemos obligados a llegar a la conclusión de que fue por simple torpeza, ineptitud y una camarilla de asesores que bien podrían hacer un excelente casting para una nueva versión de Los tres chiflados.
Por otra parte, también hay muchas cosas que se estaban “cocinando” que uno bien podría creer que la intempestiva decisión de publicar esos reglamentos fue una maquiavélica decisión para desviar la atención de otros problemas. Está, por ejemplo, el tema de la duplicación del sueldo de los diputados, con el silencio cómplice de los diputados oficialistas. Está también el accidente de Samuel Pérez el sábado por la madrugada, que durante el fin de semana se prestó para todo tipo de especulaciones, que apuntaban a que, de alguna manera, hubo un encubrimiento. Y luego está también la emisión de más deuda por parte del ejecutivo.
Todos estos asuntos han venido caldeando los ánimos de la ciudadanía durante las últimas semanas, lo cual justificaría una movida tan absurda, pero a la vez tan certera, para provocar aún más indignación. Sobre todo entre el grupo de interés más grande que existe hoy en día en Guatemala, el de los motociclistas. Esto podría tomarse como una magistral movida para desviar la atención, a sabiendas de que, luego de un par de días de caos, podrían dar marcha atrás de la medida y, con ello, calmar los ánimos.
Y todo eso sin siquiera entrar a considerar temas de fondo, como, por ejemplo, si es correcto o no que el gobierno obligue a los conductores a comprar un seguro, si se está violando la propiedad privada de los conductores o protegiendo la de las víctimas. Y así sucesivamente.
Si me preguntan a mí, considero que hay más posibilidades de que sea una enorme metida de pata que una jugada magistral de ajedrez. Especialmente tomando en cuenta todos los antecedentes de metidas de pata tras metidas de pata que hemos visto en los últimos 14 meses. Pero, por otra parte, ¿quién se acuerda ahora del accidente de Pérez? ¿Quién todavía se acuerda de la bofetada de los diputados a la ciudadanía al más que duplicarse sus ingresos?
¿Usted qué opina?