El gran objetivo de un pueblo libre

Herbert V. Prochnow / Escritor y ejecutivo bancario en Estados Unidos / Cees@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, 3 de abril del 2024

¿Cuál es el objetivo de una sociedad libre? En su artículo de 1974, Herbert V. Prochnow, escritor y ejecutivo bancario en Estados Unidos, reflexiona cómo el progreso económico fomenta la prosperidad material y la creación de condiciones que elevan la calidad de vida de las personas. Prochnow explora la estrecha relación entre el avance económico y la dignidad humana.

En cierta ocasión en que visitaba Asia, recibí un cable del Departamento de Estado, en el que me pedían dirigir una alocución ante una audiencia compuesta de hombres de negocios y profesionales de la ciudad de Calcuta. Esta era una oportunidad poco usual de hablar sobre lo que la empresa privada ha significado en la economía Norteamericana. Con la libertad política y los incentivos de la empresa privada, nuestro pueblo ha experimentado una fantástica mejoría en su bienestar económico.

Al terminar yo de hablar, un miembro muy respetable del auditorio, se puso de pie e hizo la siguiente pregunta: «¿con el gran progreso económico de los EE.UU. de N. A., cree usted que la gente de su país es más feliz de lo que era con anterioridad?». Esta pregunta, aparentemente inocente, llevaba implícita la intención de destruir el mérito de toda la filosofía que yo había explicado. ¿Si la gente no es más feliz, de qué sirve el progreso económico? Si la gente de la India, no fuera a ser más feliz con niveles más altos de vida, ¿que beneficio se obtiene con un nivel económico más alto?

Momentáneamente no estaba seguro de cómo contestar esa pregunta en forma breve y convincente. No creo que la felicidad sea la verdadera medida del progreso de una nación. Sin embargo, decidí aceptar el reto que se me había lanzado.

Estaba en un país azotado por el hambre y la desnutrición, un país en el que el promedio de vida es considerablemente inferior al de los EE. UU. de N. A., un país en el que un vasto porcentaje de la población es iletrada. Dentro de los límites del territorio de dicho país, que es dos quintas partes más grande que los EE.UU. de N. A., y que tiene 500 millones de habitantes, existe una inmensa pobreza, muerte por inanición y falta de educación.

Por consiguiente, dije así: «Usted y yo podemos estar de acuerdo en que: [no sólo de pan vive el hombre]. Sin embargo, una nación con un progreso económico substancial, puede crear riqueza y la riqueza la acompañan mayor cantidad de escuelas primarias, secundarias, universidades y hospitales. Tras la riqueza y el bienestar económico, vienen las compañías de utilidad pública que proporcionan electricidad, gas, facilidades sanitarias y agua pura para beber». Entonces le pregunté: «¿No cree usted que como padre sería más feliz si supiera que sus hijos pueden disfrutar de agua pura para beber, en vez de estar expuestos a enfermedades continuas, por motivo de la impureza del agua? ¿No cree usted que los padres serían más felices si supieran que sus hijos tienen escuelas a donde poder asistir y no van a crecer sin instrucción? ¿Cree usted que los hombres y mujeres no serían más felices si hubieran colegios médicos y doctores y hospitales para que su promedio de vida aumentara considerablemente? ¿No cree usted que hombres y mujeres serían más felices si decenas de millones de seres humanos no sufrieran de desnutrición y hambre?.. También podía haber agregado:«¿Cree usted que la gente de esta ciudad no sería más feliz si los miles que durmieron en los andenes de las calles anoche porque no tenían a donde ir, pudieran encontrar a lo menos un albergue modesto para resguardarse?».

Ignoro si mi interlocutor halló mi respuesta de alguna utilidad. Sin embargo, yo sé que por primera vez yo vi más claro lo que nuestra gente ha tratado de hacer y hace a través del progreso económico. Esta no es como dicen los críticos, simplemente una nación de gente avara y alagartada, una cruda sociedad materialista. Cometemos errores. A veces nuestra producción anda errada. A veces producimos artículos que no son del todo útiles. A veces consumimos algunos de nuestros recursos en forma desperdiciada. Pero esto es parte del precio que los hombres y mujeres en una sociedad, se ven obligados a pagar a cambio de la libertad de selección. Este es un precio muy pequeño que se paga a cambio de la libertad.

Afirmando la Dignidad Humana

Comprendí más claramente qué es lo que persigue todo el sistema económico. Comprendí el significado de los cien millones de automóviles y camiones, diez millares de millas de ferrocarriles y de conductos de óleo y gas, miles de fábricas, de almacenes, de fincas, de bancos, de edificios de oficina, de aeropuertos y de utilidades de toda clase. Conforme producimos, ahorramos e invertimos, proporcionamos a la humanidad alimento y alojamiento. Le proporcionamos hospitales para el cuidado de su salud y escuelas para librarlos de la ignorancia. Le damos bienes y servicios para mejorar su bienestar económico. Lo que en realidad hacemos es reafirmar la profunda fe que tenemos en que el hombre fue creado por la Providencia.

En la monotonía de nuestras actividades diarias, fallamos a veces en reconocer la espiritualidad que acompaña a los asuntos seculares. Estamos tan ocupados con nuestro trabajo diario, manejando camiones, construyendo edificios y carreteras, conduciendo trenes, colocando tuberías conductoras, operando computadoras, arando campos, dictando cartas, cuidando archivos y atendiendo sesiones, que perdemos de vista el gran objetivo detrás de las actividades de hombres y mujeres libres. Reafirmar la dignidad del hombre, su valor como ser humano y como criatura hecha por Dios. Este es el objetivo noble por el que luchamos. Este es el objeto básico que mueve a nuestra sociedad. Este es el fundamento de la grandeza de la nación.