Publicado: Prensa Libre / Guatemala, 29 de febrero de 2024
Escuché a unos emprendedores jóvenes decir que lo que desean es que el gobierno les deje de fastidiar y meterse en sus vidas y empresas.
Los gobiernos populistas con sus ministros, diputados, burócratas en general suelen crear leyes para todo. La solución que ven para cualquier problema es crear una ley. Esta mentalidad anticapitalista y antiempresarial está muy arraigada en la población que se contradice porque por un lado espera que otros resuelvan sus problemas mientras desean que el gobierno no se meta en sus vidas privadas. Sin embargo, cada ley es una injerencia más en la vida de cada persona restándole su propia responsabilidad.
El Congreso está ahora demasiado productivo, para mal, creando leyes que francamente van a significar una inmensa burocracia adicional a la que ya tenemos con superpoderes que van a poder fastidiar a quienes quieran emprender nuevas empresas con leyes como la de la mal llamada “competencia” o la de la supuesta “protección al consumidor”. Justificaciones de que en todas partes existen estas leyes para evitar el abuso de las grandes empresas no son en realidad argumentos válidos. Mucho menos que se necesita una ley para fomentar la competencia. Lo único que se necesita es que se permita en realidad una mayor competencia y para ello basta con desregular. La competencia se ha limitado por todas las leyes, legislación, reglamentos y regulaciones que existen para poder iniciar un negocio. También se han limitado por los privilegios que algunos sectores tienen como las barreras arancelarias y las no arancelarias. De la misma manera, ciertas medidas que a todos les parecen adecuadas han significado una barrera de entrada para otras empresas como la vitaminación forzosa de ciertas vitaminas o minerales a algunos productos. O incluso leyes que protegen a un sector como el de los distribuidores de medicinas a quienes se les otorga la potestad de vender al gobierno pero impidiendo que las farmacéuticas puedan hacerlo directamente. Muchas de algunas de estas medidas que ya tenemos suenan bien porque uno cree que ayudan a la población pero en realidad hacen lo contrario, impiden la libre competencia y por ende, productos que deberían estar más baratos por ser producidos en el país están mucho más caros por la limitación que se causa a la competencia. Es el exceso de regulación actual la que impide que tengamos más y mejor competencia.
Escuché a unos emprendedores jóvenes decir que lo que desean es que el gobierno les deje de fastidiar y meterse en sus vidas y empresas. Cada vez que se mete es para hacerles perder dinero y tiempo. Incrementan el costo de las operaciones, retrasan el inicio del funcionamiento de inversiones nuevas, extorsionan con el poder monopólico de sus firmas, sellos o permisos, generan corrupción y encarecen los precios de los productos finales al consumidor.
Por estas razones, ¿no sería mejor desregular en vez de crear más leyes? Imaginémonos que eliminamos todos los aranceles y leyes que otorgan algún privilegio a algún sector. Así, cualquier persona podría poner una fábrica que compita con las que ya existen rápidamente o importar el producto si es que encuentra algo de similar calidad en el exterior y a un precio menor. Los precios de los bienes y servicios bajarían de inmediato, de lo que sea, y los consumidores podrían escoger donde comprar. Podrían ahorrar dinero o gastarlo en otras cosas. El poder tener una verdadera y libre competencia sin ninguna traba haría que los ingresos reales de los guatemaltecos se incrementasen. La responsabilidad de cuidarse regresaría al consumidor, como debe ser. El gobierno no gastaría más, no crearía más burocracia, enfocarse en la Seguridad y Justicia que siguen siendo una debilidad de su función principal y los impuestos podrían reducirse.