Desmitificando la balanza comercial

Ramón Parellada C. / Empresario, catedrático universitario y director del Centro de Estudio Económico-Sociales (CEES). / rpc@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, 17 de abril del 2025

¿Es realmente malo tener una balanza comercial deficitaria? Ramón Parellada explica cómo la verdadera prosperidad surge de la libertad para comerciar.

El error más grande en comercio exterior es creer que, porque la balanza comercial es superavitaria, es buena, mientras que si es deficitaria, es mala. Esto se origina del mercantilismo, entre los siglos XVI y XVIII, cuando el dinero era oro y los bienes y servicios que se importaban y exportaban se pagaban en oro. Así, mientras más se exportaba, más se acumulaba oro, y si había superávit comercial, las reservas en oro aumentaban. La idea en esa época era atesorar lo más posible; mientras más oro tuviera un país, se consideraba que era mejor para todos.

Este pensamiento no tiene sentido porque, si se importaba más de lo que se exportaba, de todos modos había que pagar, y se pagaba con las reservas de oro que disminuían; es decir, con los ahorros previos, con préstamos o de cualquier otra manera. Quienes consideran que la balanza comercial es mala olvidan que la gente también recibe transferencias, como remesas, capital, intereses, alquileres, préstamos, etc., y con esto ahorran una parte y pagan lo que importan.

Vale la pena recordar que la balanza comercial no es más que la diferencia entre los ingresos por exportaciones de bienes y servicios y el pago por las importaciones de estos. Si las exportaciones son mayores que las importaciones, se dice que la balanza es superavitaria; y si es al contrario, deficitaria. La balanza comercial es solo una parte de la balanza de pagos. Esta última incluye transacciones de cuenta corriente, la cuenta de capital y la cuenta financiera. En la cuenta corriente se registra la balanza comercial, que ya vimos antes, más inversiones, como intereses y dividendos, así como sus pagos, remesas y donaciones, entre otros. La cuenta de capital implica inversiones en infraestructura o proyectos que no llevan un retorno inmediato, como una donación que se recibe para construir una carretera, por ejemplo, y también incluye el pago de alguna deuda de otro país. Finalmente, la cuenta financiera incluye inversiones en cartera, como la emisión de bonos y deuda del país que se coloca en el extranjero, así como préstamos y créditos que recibe el país y otros pasivos financieros que son otras inversiones que no se clasifican como préstamos e inversiones de largo plazo.

Como vemos, si hay un déficit en la balanza comercial, este es cubierto con pagos de dinero que afectan la balanza de pagos. Lo que se obtiene de todo esto es una variación en las reservas, con lo cual siempre debe cuadrar dicha balanza. De nuevo, no tiene sentido hablar de si es buena o mala. Si importamos algo es porque tenemos con qué pagar, ya sea fruto de los dólares que ingresan de exportaciones, remesas, capital ahorrado o préstamos. Al importar algo, es porque nos conviene hacerlo, ya sea para ahorrar costos, por la calidad del producto o para aprovechar la ventaja comparativa. Al hacerlo, nos enriquecemos y enriquecemos a quien nos manda el producto desde otro país.

Algunas cosas pueden salir de este tipo de contabilidad. Por ejemplo, si pago algunos servicios en el exterior y no quedan registrados localmente, no aparecen en la balanza comercial, aunque podrían aparecer en la balanza de pagos como una transferencia. El comercio internacional virtual puede que subestime la balanza comercial por estos pagos con tarjetas de crédito, suscripciones, etc., pero la verdad es que no importa. Al final, todo lo que se importa, aunque sean servicios, se paga porque se tiene el dinero para hacerlo. De lo contrario, no se podría hacer. Mientras menos trabas y más libertad y facilidad existan en el comercio exterior, más prosperidad habrá en los diferentes países porque ahorrarán y acumularán capital.