Publicado: Guatemala, 23 de junio del 2025
¿Proteger o castigar a la familia? Luis Figueroa explica cómo derogar el impuesto a las herencias es una medida moral que defiende la libertad, la propiedad y la transmisión legítima del patrimonio entre generaciones.
Ni la vida, ni la libertad, ni la propiedad de ningún hombre están a salvo cuando el Legislativo está reunido, dijo Mark Twain, y por eso no es bueno que se mida la efectividad de un Congreso por la cantidad de legislación que aprueba. Eso sí, de cuando en cuando, los diputados tienen la oportunidad de hacerse grandes y aprobar leyes que protegen la vida, la libertad y la propiedad contra la voracidad del gobierno y la de la sociedad.
La derogatoria de la legislación sobre el impuesto de herencias, legados y donaciones es una de esas oportunidades que se pintan calvas… Es decir, que hay que agarrarlas de frente y por los pocos pelos que tienen. ¿Por qué? Porque la derogatoria protege la economía de las familias guatemaltecas; elimina totalmente aquel impuesto castigador; exonera de impuestos, multas, intereses y recargos generados previamente al entrar en vigor la derogatoria. Por supuesto, no será aplicada a los impuestos pagados previamente, por eso urge su aprobación, para que no cause más daños. La derogatoria facilita y hace transparente la transferencia de bienes entre generaciones, y evita que las personas se vean motivadas a simular aquellas transferencias. Desde muchas perspectivas, la derogatoria es una ley de carácter moral.
Solo en ambientes muy perjudicados no hay acuerdo en que la familia es deseable como instrumento para la transmisión de la moral, la educación, los gustos y el conocimiento. Tus preferencias musicales, y de lectura, la religión, el agnosticismo o el ateísmo, tu afición por la historia, los deportes o la naturaleza, y tus convicciones en materia de vida, libertad y propiedad, seguramente vienen en buena parte de tu familia. Pero la herencia tiene detractores, aunque sospecho que es porque no se entiende su naturaleza, que mi estimadísimo Friedrich A. Hayek describe muy bien en Los fundamentos de la libertad.
La función familiar de transmitir patrones y tradiciones está íntimamente ligada a la posibilidad de transmitir bienes materiales, dice Hayek.
Y agrega que los individuos deben ser libres para hacer llegar a sus descendientes o a otras personas los indicados bienes de carácter material. Hayek explica que es la mejor forma de encauzar el instinto natural de los padres, de dotar lo mejor que puedan a las nuevas generaciones, y que parece que no existe razón sensible para limitar la acción a los beneficios no materiales.
Agrega el maestro que, si queremos hacer el máximo uso de la natural parcialidad de los padres por sus hijos, no debemos impedir la transmisión de la propiedad. Parece cierto que, entre las muchas fórmulas existentes para que ganadores de poder e influencia provean a sus descendientes, la más barata, en el aspecto social, con gran diferencia, es la transmisión de la fortuna. De no existir dicho expediente, los hombres buscarían otras maneras de proveer a sus hijos, tales como colocarlos en una situación que les proporcionara la renta y el prestigio que una fortuna les hubiera dado, originando con ello un despilfarro de recursos y una injusticia mucho más tangible que la que causa la transmisión del patrimonio familiar.
A aquellas ventajas, añade que la herencia constituye un medio básico para mantener el capital e inducir a su acumulación. ¡Y por supuesto que quieres mantener e inducir a la acumulación de capital! Porque el capital no es dinero en una bóveda como la de Rico McPato. Capital son aquellos recursos que las personas utilizan en procesos productivos para satisfacer necesidades de manera más indirecta, por medio de métodos que requieren tiempo y un proceso productivo.
En fin… ¡Bienvenida la derogatoria de la legislación sobre el impuesto de herencias, legados y donaciones! Que los diputados no dejen pasar esta oportunidad de proteger la libertad y el esfuerzo de las familias guatemaltecas, porque la herencia no es un privilegio, ¡es un derecho!