Publicado: Guatemala, 29 de noviembre del 2024
¿Gobernabilidad o corrupción? Jorge Jacobs analiza las negociaciones que llevaron a la aprobación del presupuesto más elevado y desfinanciado en la historia de Guatemala.
En una fría madrugada de noviembre, 140 diputados aprobaron el presupuesto de Q152 mil millones para 2025. Tenían un muy buen incentivo para trasnochar. ¿O usted creyó que lo hacían por amor a la patria? Que casi el 90 por ciento de los diputados se pusieran de acuerdo para aprobar el presupuesto y algunas otras iniciativas accesorias, no sale de la nada. Sale de las “negociaciones” que hacen en la que las monedas de cambio son los votos y los “beneficios” dentro del presupuesto.
Los oficialistas les piden a los diputados su voto para aprobar el presupuesto y, a cambio, les ofrecen dinero del presupuesto para “obras” que los diputados podrán decidir qué se hace y, más importante, quién las hace. Es una transacción gana-gana para ellos. Los oficialistas logran que les aprueben el presupuesto más desfinanciado de la historia y los diputados que votan a favor obtienen amplios beneficios, que además capitalizan de manera doble: por un lado, saludan con sombrero ajeno vanagloriándose ante sus votantes de las muchas obras que les “consiguieron” -si es que las hacen- y, por el otro, se embolsan una buena parte del dinero pagado para hacer las obras, que las contratan con constructoras relacionadas con los diputados. Los que perdemos somos todos los demás, que habremos de pagar los platos rotos.
¿De dónde salen los fondos? De una partida de Q5,012 millones para los Codede que, sospechosamente, añadieron al presupuesto un poco antes de darle el dictamen favorable. Se rumoró que estaban ofreciendo “Q30 millones por voto”. Si hace las cuentas, la partida alcanza para casi Q36 millones por cada voto, digo, diputado.
Es una “negociación” exactamente igual a la que los ahora oficialistas antes criticaban de los que ellos denominaron “pacto de corruptos”. Y para más similitudes, aprobaron el presupuesto en horas de la madrugada, justo como hacían los Congresos anteriores y que ellos también criticaban. La “negociación” fue tan burda, que hasta algunos de los mismos seguidores del oficialismo reconocen la corrupción. El ministro de Finanzas trató de defender lo indefendible diciendo que: “La política requiere acuerdos, requiere consensos, y eso no es corrupción, es gobernabilidad”. Es el colmo de la hipocresía: si otros lo hacen, son un “pacto de corruptos”, si ellos lo hacen, es “gobernabilidad”.
La guinda del pastel para los diputados fue que, no conformes con lo obtenido en la “negociación”, se aumentaron un 60 por ciento el sueldo para el año entrante y, además, aseguraron que les paguen indemnización. Para ello, aumentaron su presupuesto en poco más de Q 200 millones, aunque esto en parte fue porque, por lo visto, no son muy buenos para las matemáticas y hasta el final se dieron cuenta que los números que habían incluido no cuadraban. Pero no hay problema, ¿qué son Q200 millones para los atribulados tributarios?
Lo que nadie dice es que, con esa decisión -en la que dicen los oficialistas que no participaron, pero seguro la aprovecharán- incrementaron no solo sus salarios sino también los de todos los empleados del Congreso. Debido al pacto colectivo, a estos se les incrementa el sueldo un 10 por ciento todos los años. Por eso es por lo que hay quienes que ganan sueldos de Q30 o Q40 mil mensuales. Para evitar que esos salarios llegaran al infinito, hace unos años se puso una cláusula de que los salarios no podían ser mayores a lo que ganan los diputados. Con el incremento a los diputados, ahora todos los empleados del Congreso tienen la posibilidad de llegar a ganar hasta Q46 mil mensuales. Todo ello incrementará considerablemente el presupuesto del Congreso en los próximos años. Como siempre, todo lo pagaremos el resto de nosotros, los tributarios, que poco o nada recibimos a cambio.