Cultivar la esperanza

Carroll Ríos de Rodríguez / Catedrática y directora del CEES / crios@cees.org.gt

Publicado: Prensa Libre/ 4 de noviembre del 2025

¿Es posible rescatar a la civilización occidental? Carroll Ríos de Rodríguez reflexiona sobre el cambio civilizatorio que atraviesa Occidente: un mundo que ha perdido sus ideales fundacionales y que, entre guerras, tiranías y estatismo creciente, corre el riesgo de olvidar su raíz moral y espiritual.

Somos testigos de un cambio civilizatorio que genera incertidumbre. Los sucesos mundiales son difíciles de seguir. Persisten las crisis políticas y humanitarias en Sudán del Sur, Somalia, Burkina Faso y Líbano, entre otras naciones. En pleno siglo XXI, persiguen sistemáticamente a cristianos en el norte de Nigeria, Yemen y Nicaragua. En febrero del 2026, se cumplirán cuatro largos años de guerra entre Ucrania y Rusia. Los desastres naturales como los incendios forestales en Los Ángeles y el terremoto en Myanmar causan miles de muertes y pérdidas millonarias. Descarados tiranos siguen reprimiendo a sus ciudadanos, desde Kim Jong Un (Corea del Norte), hasta Bashar al Asad (Siria), Isaias Afwerki (Eritrea) y Nicolás Maduro (Venezuela). Europa luce decaída, con una población envejecida, economías estancadas, estructuras gubernamentales escleróticas y más. Internacionalistas advierten sobre el avance hacia un orden mundial sin hegemón y potencialmente inestable, debido al posible debilitamiento de Estados Unidos.

El teólogo inglés Os Guinness opina que hemos entrado en una fase de transición civilizatoria, puesto que el mundo occidental, del cual somos parte, ha perdido su conexión con la dinámica y los ideales que lo inspiraron. Enfrentamos la disyuntiva de renovar el compromiso con dichos ideales, sustituirlos por otros, o languidecer.

Robert Sirico, un sacerdote católico y fundador del tanque de pensamiento Instituto Acton, opina que este cambio civilizatorio fue causado en parte por un creciente estatismo. Grandes y dominantes burocracias han desplazado lo que Alexis de Tocqueville describió como “pequeños pelotones” que antes lideraban la sociedad, como las familias, las asociaciones de vecinos, los profesores, pastores, líderes empresariales y doctores. Históricamente, las personas marcaban el tono moral de la sociedad. El principio de subsidiariedad se hacía realidad, pues voluntariamente montaban comedores solidarios, escuelas, hospitales y diversas instancias de gobernanza comunitaria.

Ahora, el estatismo ha desplazado aquellas iniciativas privadas y ha conducido a una polarizante politización de la sociedad. En algunos círculos incluso se idolatra al Estado, advierte Sirico. El tono moral actual es de choque. El lenguaje neomarxista de lucha de clases sustituyó a la propensión por el diálogo, la argumentación y la búsqueda de soluciones basadas en la moralidad objetiva.

Desde que fundó el Instituto Acton en 1990, Sirico intenta sentar las bases para una nueva visión de la sociedad. Lucha por que apreciemos la dimensión moral de nuestras múltiples ocupaciones y trabajos productivos, que no son actividades meramente económicas. La empresa, la propiedad privada y las demás instituciones de la sociedad libre tienen un componente vocacional y ético.

En una economía libre, la acción creativa puede florecer. Las personas éticas, libres y responsables generan oportunidades y encuentros en los cuales ambas partes ganan. No hay guerra ni confrontación, sino colaboración y ayuda mutua. Se crea riqueza.

Sirico rehúye el pesimismo sobre la situación mundial para evitar caer en un trágico parálisis. Tampoco se deja llevar por un optimismo superficial. Él se decanta por la esperanza, una virtud teologal. Puestos del lado de Dios, llenos de esperanza, vislumbramos un futuro mejor, aquí y en el más allá. Las futuras generaciones deben valorar como tesoros la dignidad humana y la libertad económica, enraizadas en la ley natural y moral, puesto que son la clave para remontar las crisis actuales y alcanzar la prosperidad.