Publicado: Prensa Libre / Guatemala, 16 de Enero 2024
Por la vida, la libertad y la paz
Ayer celebramos el día del Cristo de Esquipulas. La conmemoración ocurre un día después del designado legalmente para la toma de posesión de los diputados electos al Congreso de la República, y de los altos funcionarios del organismo Ejecutivo. ¿Será casualidad que desde 1986 el traspaso del poder político ocurra el 14 de enero, en vísperas de la festividad del Cristo de Esquipulas? El alegre ambiente de feria que se vive cada 14 en aquella ciudad, también conocida como la “Capital Centroamericana de la Fe”, contrasta con la tensa calma que vivimos durante todo el día la mayoría de capitalinos, pues el nuevo presidente fue juramentado pasada la medianoche. Nos avergonzó la indecorosa conducta de algunos políticos, pertenecientes a diversos partidos, quienes comprobaron que la nueva política es igual o peor que la vieja política.
Volvemos la vista al Señor de Esquipulas porque durante los últimos 429 años, se le han atribuido múltiples milagros, que van desde curaciones hasta la protección de la nación. Todo empezó en 1594, cuando Fray Cristóbal de Morales encargó al escultor portugués radicado en Antigua, Quirio Cataño, la elaboración de la talla de madera, para alentar la fe de los indígenas chortís en Esquipulas. Aparentemente, ellos mismos pagaron por la obra con lo recaudado de la siembra de algodón. Una vez completada, la imagen hizo un recorrido por varios poblados hasta llegar a su hogar en una pequeña iglesia en Esquipulas, en 1595. Existen varias explicaciones de por qué la escultura adquirió un tono oscuro, pero lo más probable es que años de exposición al humo de las velas y al incienso le dieron su color actual. Aumentó el flujo de peregrinos a Esquipulas conforme se extendieron los relatos de los milagros atribuidos al crucifijo. En 1740, el arzobispo Pedro Pardo de Figueroa ordenó edificar un santuario nuevo que pudiera acomodar a los visitantes. Pardo, nacido en Perú y miembro de la Orden de los Mínimos, era devoto del Cristo Negro. Él falleció en Esquipulas ocho años antes de que se completara la construcción del templo en 1759.
En 1953, el arzobispo Mariano Rossell y Arellano (1894-1964), casualmente nacido en Esquipulas, tomó la determinación de pedir la intercesión del Cristo Negro para frenar el avance del comunismo ateo en nuestras tierras. Durante un congreso católico realizado el 1955, Rossell relató que una réplica de la escultura milagrosa logró circular por todo el país, durante año y medio, a pesar de que el partido comunista envió a “sus huestes” al templo de Esquipulas para evitar su salida. Rezar ante el Señor de Esquipulas, afirmó Rossell, persuadió a los guatemaltecos que no se puede ser comunista y guatemalteco, ni comunista y cristiano.
Dos décadas más tarde, el expresidente Vinicio Cerezo pidió permiso al entonces obispo de Zacapa, Monseñor Quezada Toruño, para llevar a cabo los diálogos para la paz en Centroamérica en el claustro del seminario de Esquipulas. Eligió esta ciudad porque de niño hizo una memorable peregrinación para ver al Cristo Negro, junto con su padre y su tío.
Lejos está ya el clima de la Guerra Fría que enmarca las acciones de Rossell y Cerezo. Se ha enturbiado la ideología política, la urbanidad y hasta la religiosidad del pueblo. Pero allí está, atento, el Señor de Esquipulas, y podemos suplicarle que nos ayude a reconocer y a repudiar, en nuestro interior y en los demás, el efecto corruptor de la arrogancia, el odio, la hipocresía, la mentira, la sed de venganza, el revanchismo, la desvergüenza, y el afán arribista del poder. ¡Qué resguarde la vida, la libertad, los frutos del trabajo honrado y la paz de nuestros compatriotas y seres queridos!