Publicado: Guatemala, 25 de abril del 2025
¿A quién apoyaban en Guatemala? Jorge Jacobs explica cómo el Departamento de Estado de EE. UU. se había convertido en una estructura de agenda ideológicas.
El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, anunció esta semana su plan para reorganizar el Departamento de Estado (DdE). Lo más revelador fueron los hallazgos. Estos confirman lo que, sotto voce, se ha sabido desde hace mucho tiempo: que algunos funcionarios y burócratas han utilizado el DdE para impulsar sus agendas personales o ideológicas.
No lo digo yo, lo afirma el mismo Rubio (traducción mía): “Mientras los talentosos y leales caen en la indiferencia, los ideólogos radicales y los burócratas han aprendido a aprovechar este agotamiento para impulsar sus propias agendas, que a menudo son contrarias a las del presidente y socavan los intereses de los Estados Unidos”.
“Un ejemplo de un departamento fuera de control es el Centro de Participación Global (GEC) que cerré la semana pasada. La oficina se involucró con medios de comunicación y plataformas para censurar discursos con los que no estaba de acuerdo, incluido el del presidente de los Estados Unidos, a quien su director en 2019 acusó de emplear ‘las mismas técnicas de desinformación que los rusos’. A pesar de que el Congreso votó para cerrarlo, el GEC simplemente cambió de nombre y siguió operando como si nada hubiera cambiado.
“A menos que enfrentemos la cultura burocrática subyacente que impide al DdE implementar una política exterior eficaz, al tiempo que permite que oficinas como el GEC prosperen en la sombra, nada cambiará. Por eso estoy iniciando una amplia reorganización del departamento para abordar el crecimiento constante de la burocracia, la duplicación de funciones y la captura por parte de intereses especiales que han paralizado la política exterior estadounidense…
“Hasta ahora, el traslape de mandatos y las responsabilidades contrapuestas generaban un entorno propicio para la captura ideológica y las guerras territoriales sin sentido. Con un presupuesto abultado y un mandato poco claro, el amplio dominio del antiguo subsecretario de Seguridad Civil, Derechos Humanos y Democracia (conocido internamente como la ‘Familia J’), proporcionó un entorno fértil para que los activistas redefinieran los ‘derechos humanos’ y la ‘democracia’ y llevaran a cabo sus proyectos a costa del tributario, incluso cuando entraban en conflicto directo con los objetivos del secretario, del presidente y del pueblo estadounidense.
“La oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo se convirtió en una plataforma para que los activistas de izquierda emprendieran venganzas contra líderes ‘anti-woke’ en naciones como Polonia, Hungría y Brasil, y transformaran su odio a Israel en políticas concretas, como embargos de armas…
“Transferir las funciones restantes de Usaid a semejante monstruosidad de oficinas sería deshacer el trabajo del Doge para construir un gobierno más eficiente y responsable. En consecuencia, las oficinas de la Familia J pasarán a depender del nuevo coordinador de Ayuda Exterior y Asuntos Humanitarios, encargado de devolverlas a su misión original de promover los derechos humanos y la libertad religiosa, no de promover causas radicales a costa del tributario”.
El doctor Manuel Ayau, Muso, siempre expresó reservas sobre las acciones del DdE. Recuerdo que, en alguna ocasión, mencionó que “el verdadero enemigo era el DdE”. Siempre creí que esa frase le pertenecía, y apenas ahora me entero de que se la dijo un general estadounidense al presidente Romeo Lucas. Añadió que “pelear contra el DdE era pelear a favor del pueblo estadounidense”. Los hallazgos del secretario Rubio confirman que Muso siempre tuvo la razón al desconfiar del DdE.
La pregunta del millón: ¿Con quiénes en Guatemala se reunían y a quiénes financiaban los de la “Familia J”?