Publicado: Guatemala, 23 de diciembre del 2024
¿Por qué algunas naciones prosperan y otras no? Robert Higgs explica cómo existe una constante batalla entre el progreso otorgado por la libertad y el retroceso provocado por las intervenciones gubernamentales.
En el mundo se está produciendo una contienda entre las fuerzas de la creación, la mejora y el progreso y las fuerzas de la destrucción, la expoliación y el retroceso. Esta contienda lleva produciéndose miles de años y, salvo en breves intervalos, las fuerzas negativas siempre han mantenido a raya a las fuerzas positivas. Sin embargo, hace aproximadamente entre 200 y 300 años, en Europa Occidental y algunos de sus vástagos de ultramar, las fuerzas positivas empezaron a superar a las negativas, y el progreso económico se convirtió lentamente en la norma a largo plazo, impulsando primero a los europeos y finalmente a la mayoría de las poblaciones del mundo a niveles mucho más altos de vida y bienestar económico. Los eruditos siguen debatiendo precisamente qué provocó este Gran Enriquecimiento.
Sin embargo, sabemos con certeza que las fuerzas negativas no desaparecieron. Simplemente fueron superadas o eludidas la mayor parte del tiempo en cada vez más lugares. Los esfuerzos de los inventores, innovadores, inversores y trabajadores privados crearon el proceso de crecimiento económico normalmente positivo. Pero los funcionarios del gobierno, los reguladores, los entrometidos influyentes y los ideólogos equivocados siempre intentaron poner obstáculos en el camino positivo, siempre, por supuesto, por lo que les parecía la mejor de las razones. Incluso creían -al menos en público- que estaban contribuyendo positivamente al proceso, aunque debido a su falta de comprensión de la economía sólida, no solían hacer nada de eso, ni siquiera cuando realmente lo intentaban.
En cualquier caso, una gran variedad de intereses especiales siempre entendieron que si podían hacerse con los poderes del gobierno para respaldar sus planes de enriquecimiento y empoderamiento, podrían mejorar su situación a expensas de todos los demás. Así pues, con la extensión de la «democracia», el saqueo que antes se había limitado a un conjunto mucho más reducido de saqueadores se hizo mucho más amplio, dando lugar a la verdadera guerra de todos contra todos. Por supuesto, esta guerra política incesante causa estragos en las fuerzas creativas que ejercen los individuos y las organizaciones privadas, y a veces las desborda por completo, como durante las graves contracciones empresariales y las grandes guerras.
Aunque el mundo en general ha ido ganando terreno recientemente a medida que las personas antes oprimidas por Estados omnipresentes han ido obteniendo más libertad económica (sobre todo en China y la India), el proceso en algunos de los principales países, como EEUU, se ha tambaleado. La intervención gubernamental en las instituciones monetarias y financieras, las áreas relacionadas con la atención sanitaria, la gestión medioambiental, las relaciones laborales, la fiscalidad y las normativas en prácticamente todas las esferas de la vida han hecho que los inversores se atrincheren, especialmente en lo que respecta a sus inversiones a largo plazo, y han llevado a muchos millones de trabajadores a abandonar la población activa. Así pues, la incertidumbre y el empeoramiento del régimen han restado vapor al proceso de crecimiento económico y mejora general.
Perdiendo terreno
Algunos analistas creen que las fuerzas positivas conservan la ventaja; otros son escépticos y esperan una tendencia al estancamiento secular o incluso al retroceso económico. Sabemos que tales retrocesos son posibles: testigo de casos como el de Argentina desde los años 30 y el de Venezuela en las últimas décadas. En estos países, gobiernos seudopopulistas rapaces convirtieron economías en crecimiento constante en casos perdidos plagados de inestabilidades políticas crónicas y, por tanto, de una tremenda incertidumbre de régimen y retroceso económico. Este retroceso podría producirse incluso en países antes punteros como EEUU, donde los dos principales candidatos a la presidencia compiten ahora entre sí en la promoción de políticas económicas destructivas que obstaculizarían las fuerzas económicas positivas del sector privado.
Sin embargo, ocurra lo que ocurra a corto plazo, sabemos que la contienda no tiene fin, porque sus dos lados representan en efecto los dos lados del corazón humano: un lado anhela actuar de forma decente, responsable y productiva, y el otro anhela conseguir algo a cambio de nada a expensas de los demás. Dado que apenas podemos prever que esta dualidad de la naturaleza humana cambie, simplemente estamos atrapados en la contienda en curso. A veces, afortunados cambios institucionales y legales pueden eliminar o disminuir algunas de las fuerzas negativas existentes, pero podemos estar seguros de que, de una forma u otra, reaparecerán tarde o temprano.