Publicado: Guatemala, 30 de mayo del 2024
¿Dónde se da verdaderamente la competencia? Ramón Parellada analiza cómo la competencia surge donde no hay tanta regulación y se respetan los derechos a la propiedad, la vida y la libertad. Parellada explica cómo en un mercado libre las empresas que más venden son las que mejor sirven a los consumidores.
El actual gobierno sigue impulsando la mal llamada ley de competencia. Es más bien una ley antimonopolio o “antitrust”. Para mi sorpresa, algunos grandes empresarios la ven inofensiva y han decidido apoyar una versión “light” de la misma. Son tan ingenuos que no se dan cuenta de que lo que están aprobando es una mayor injerencia a sus actividades privadas. Una vez aprobada esa versión “light”, no habrá marcha atrás para incrementar con reglamentos y otras leyes menores o algunas modificaciones el poder de estos burócratas para destruir a los creadores de riqueza.
La competencia no se da por tener más leyes o legislación. La competencia surge donde no hay tanta regulación, donde simplemente se respetan los derechos a la propiedad, la vida y la libertad. Donde quien produce algo no daña los derechos de los demás. Donde hay libertad de entrada y salida de capitales y de bienes y servicios, ya sean importados o fabricados localmente. Donde lo único que se necesita es la empresarialidad, que combinada con el trabajo y el capital conforma las empresas que crean riqueza, que innovan, mejoran la calidad de los productos y servicios y ofrecen precios competitivos a los consumidores. En un mercado libre, es la oferta y la demanda la que regula automáticamente los precios y es el consumidor el rey que con sus acciones de comprar o abstenerse de comprar decide a qué empresa dar su voto de confianza. Las empresas que más venden son las que más crecen y beneficios tienen porque sirven mejor a los consumidores.
El que existan monopolios o algunas prácticas anticompetitivas en un país donde hay libertad de entrada y salida no necesariamente es perjudicial para la economía. Algunas empresas logran una posición dominante en el mercado a través de la creatividad, innovación, eficiencia y economías de escala, siendo capaces de ofrecer productos y servicios competitivos de alta calidad. El que sean los únicos no necesariamente implica que van a manipular el precio restringiendo la oferta a modo de que sea más alto o lo que se conoce como un precio de monopolio. De hacer esto, dado que hay libertad de entrada de cualquier producto del mundo entero, la empresa estaría motivando a otros a competir contra ella misma y eso es algo que no conviene en el largo plazo.
La competencia no se da solo entre empresas que producen lo mismo, sino entre diferentes sectores de la economía. Hay muchos productos sustitutos diferentes que pueden tener la misma función final. Esta competencia cruzada puede ser suficiente para garantizar que las empresas se esfuercen por mejorar y ofrecer productos más atractivos para los consumidores.
La implementación de una ley de competencia generará costos adicionales para las empresas, así como para el Estado, en términos de fiscalización y aplicación de la ley. Esto sin tomar en cuenta el poder de los burócratas, que implicaría extorsión y corrupción. Los mayores costos se trasladarán siempre al consumidor, tarde o temprano, incrementando el precio de los productos y servicios.
La intervención estatal a través de leyes de competencia genera, además, incertidumbre y puede desincentivar la inversión de capital. Las empresas podrían temer que sus estrategias comerciales legítimas sean interpretadas como anticompetitivas, lo cual podría desincentivar la competencia y limitar el desarrollo económico.
En conclusión, la competencia en el mercado es fundamental para asegurar la eficiencia, la innovación y el beneficio de los consumidores. La implementación de una ley de competencia o una ley antimonopolio no es necesaria o beneficiosa. El mercado puede regularse a sí mismo a través de la competencia y la interacción entre las empresas.