Deberes y Derechos

Hugo Salinas Price / Empresario e inversionista / Cees@cees.org.gt

Publicado: Guatemala, febrero de 1974.

¿De dónde surgen nuestros derechos? Hugo Salinas explora si realmente a cada derecho le corresponde una obligación. Salinas reflexiona si los derechos son concesiones o si emergen, en realidad, de la misma naturaleza humana.

Uno de los graves errores que cometen quienes creen que defienden los valores individualistas de Occidente, es el de afirmar que «A Todo Derecho Corresponde un Deber». Tanto escuchamos esta afirmación que ya casi no se discute. Sin embargo, en este error se conceden muchos puntos vitales a la defensa de los derechos del individuo. Quien acepta la afirmación mencionada, ha concedido la batalla a los colectivistas.

El dogma de que «A Todo Derecho Corresponde un Deber» es, más o menos, la teoría del pecado original, aplicada a la política. En la nueva religión colectiva, ocupa el lugar de la doctrina del pecado original.

Según esta afirmación, los derechos son algo que se le otorga al hombre. Según algunos, son un regalo de Dios. Según otros, son una concesión de la Sociedad. Ahora bien, lo que se otorga, se puede retirar, se puede recoger, o anular. La mayor parte de la gente nunca llega a estar consciente de derechos que le son intrínsecos, inalienables, parte de su persona, aunque su persona sea objeto de vejación. Las mayorías hoy sienten, o que no tienen derechos o que los tienen gracias a la «Constitución». Fundamentalmente, la idea es que los derechos se reciben.

Puesto que los derechos, según la idea generalizada, pero errónea, se reciben como un donativo, o una concesión, parece luego lógico aceptar que algo se debe a cambio. De ahí viene la contrapartida, aparentemente bien fundada, de que a todo derecho corresponde un deber. Las deudas se establecen cuando alguien recibe algo de otro. Quien recibe un derecho, contrae un deber.

La realidad es otra, pero para conocerla hay que explorar el concepto de lo que es un derecho del ser humano. La filósofa Ayn Rand, quien posee el cerebro filosófico más penetrante que se ha visto desde tiempos de Aristóteles, ha definido y aclarado, para su perpetua gloria, el problema de los derechos del hombre. Ella los define así: Derechos son condiciones de existencia que requiere el hombre para sobrevivir como tala, (traducción mía. Pág. 985 de Atlas Shrugged, publicado por New American Library, colección Signet). Los derechos no provienen ni de Dios, ni de la Sociedad. Provienen de la naturaleza de esa entidad viviente que es el hombre.

Cada entidad viviente, tiene un modo específico de sostener su vida, requiere de ciertas condiciones para seguir viviendo; trátese de bacterias, de plantas, árboles o animales, cada especie tiene sus condiciones. Estas se estudian cuidadosamente en las Universidades de todo el mundo.

Sólo al hombre se le niega su naturaleza. Se le considera como infinitamente flexible e indefinido. Los estudiosos se rehúsan a identificar su naturaleza específica y a derivar de ella, las condiciones de existencia que requiere esa naturaleza, o sea, sus derechos.

La definición de la esencia del hombre es, que es un ser viviente dotado de una racionalidad volitiva. Es un ser que puede razonar, si así lo desea. El medio específico del hombre para sobrevivir, es la razón. Sin ella, no puede vivir, es su único instrumento. Carece de instintos, distinguiéndose en esto de los demás animales. Pero esta razón, tiene que usarse por impulso de la voluntad. El hombre tiene que optar por vivir, al optar por pensar.

Los derechos del hombre se derivan de la investigación de la contestación a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las condiciones de existencia que requiere un ser racional?

El razonamiento humano no puede ser más que una quimera, si no se traduce en acción humana, y esta tiene que ser, forzosamente, acción sobre cosas. La razón implica alternativas de acción, implica escoger entre las cosas, y la posibilidad de disponer de ellas. Así, el derecho a la propiedad se deriva del derecho a pensar, a razonar, y éste a su vez, en la naturaleza del hombre como ser de racionalidad volitiva.

Este derecho a la propiedad, no lleva consigo en forma implícita, ningún deber.

Todo objeto producido, toda propiedad, se origina en la inteligencia de un hombre, o en las de varios hombres trabajando en libre asociación. La propiedad nace de la mente del hombre, libre de todo gravamen de deber.

Han sido confundidos los privilegios, con los derechos. A los privilegios, que sólo puede otorgar el Estado y que constantemente otorga, calumniando a quienes producen de ser privilegiados si corresponden deberes, los deberes de vasallos ante el monarca. A todos los Estatistas les conviene que se confundan privilegios con derechos, a efecto de que todos los productores en especial se sientan privilegiados y por lo tanto deudores, sujetos de deberes.

Las deudas de los padres no pueden ser atribuidas a los hijos, ni tampoco los pecados de los antepasados. Las deudas no pueden contraerse sin la voluntad de quien se constituye en deudor. ¿Acaso es realista aceptar que quien produce, se constituye por ese hecho en deudor? Por otra parte, y en conclusión, debe afirmarse que el Estado sí tiene deberes, y no tiene, de manera alguna, derechos y los que puede tener, le son concedidos por los hombres. El principal de estos derechos concedidos, es el derecho a usar la fuerza, en defensa de la propiedad. Los hombres que viven en un estado de civilización, renuncian el derecho a utilizar la fuerza en su propia defensa, y ceden este derecho al Estado, en beneficio de todos. A este derecho concedido por los ciudadanos, sí corresponde un deber absoluto, que es el de utilizar dicha fuerza para proteger la propiedad privada.

En estas breves líneas he intentado exponer una de las ideas indispensables para salir victoriosamente de la presente crisis, en la que se decide qué tipo de vida humana o canibalística ha de ser la de los moradores de este país.