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11 de mayo, 2020

LA INICIATIVA PRIVADA Y LA ECONOMÍA DE MERCADO ANTE LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS

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Nicholas Virzi

Este artículo se inspira por las críticas socialistas del capitalismo que han surgido en el contexto de la pandemia y la crisis económica que se viene encima por las medidas contundentes tomadas por los gobiernos ante la amenaza del coronavirus (COVID19). Estas críticas suelen basarse en el hechos que pareciera que las medidas más llamativas tomadas alrededor del mundo para hacerle frente al coronavirus han venido por la vía estatal más que la iniciativa privada. Para el propósito fijado, el presente artículo recoge varios argumentos hechos recientemente por varios pensadores liberales sobre el tema del coronavirus y la crisis económica derivada de las políticas de contención aplicadas. La intención aquí es demostrar que (1) el fracaso ante la pandemia se atribuye al Estado, (2) para liberales el uso del aparato estatal es justificado bajo ciertas circunstancias y (3) resaltar el importantísimo papel que juega la iniciativa privada operando bajo principios liberales en momentos de crisis.

La crisis que afronta el mundo se puede decir que es de carácter dual. Tiene su componente sanitario y su componente económico. Si se descuida de la salud, la economía también se cae. Si no mitiga el daño económico, la habilidad de atender las necesidades públicas en temas de salud también se degrada, encima de los múltiples problemas económicos, sociales y políticos que surgen durante una depresión económica. Esto hace que la presente crisis pegue el doble de duro a las sociedades, que luchan para encontrar el balance entre sus prioridades sanitarias y económicas.

Críticas progresistas al liberalismo destacan que hoy más que nunca se destaca la necesidad de inversión en sistemas de salud pública y no la privada. Analicemos esta afirmación. A todas luces, los Estados del mundo generalmente no estaban preparados para el coronavirus, esto a pesar de las cuantiosas inversiones en sistemas de salud pública (véase Tabla 1). Entre las principales razones por invertir en sistemas de salud pública esta la seguridad preventiva en materias de salud. Un cargo elemental del sistema de salud pública es prevenir que enfermedades contagiosas se vuelvan pandemias, y es aquí precisamente donde fallaron los Estados. Fue por falta de prevención y preparación de los Estados que el COVID19 se volvió pandemia global. Esta es una responsabilidad se cargan directamente a los Estados. Es una de las principales tareas del Estado, no del mercado, prever y prevenir que las enfermedades contagiosas se vuelvan pandemias. El control de enfermedades contagiosas es precisamente una de las tareas que liberales le encargan a los Estados.

No se puede dejar de mencionar que fue un Estado que facilitó la propagación del COVID19 por todo el mundo. Una gran razón por la que los Estados del mundo no pudieron percatar de la naturaleza severa de la amenaza que afrontan en COVID19 deriva de las acciones de un Estado en particular, la República Popular de China (RPC, o China), un régimen comunista y autoritario. Solo este hecho ha de ser suficiente para poner fin a los propagandistas del socialismo, pero lamentablemente los medios masivos se interesan más en otras narrativas. Cuando se desató el COVID19 en Wuhan, China le ocultó al mundo la naturaleza severa de la crisis, castigó a los médicos chinos que intentaron advertir al mundo, expulsaron a los medios Americanos, y permitieron que sus ciudadanos viajaran por el mundo y que turistas viajaran a China. China publicó propaganda falsa que EEUU había desarrollado el COVID19 en un laboratorio y contagió a China. Encima de todo eso, China presionó a la Organización Mundial de Salud (OMS) para que no consultara a Taiwan sobre sus experiencias exitosas en la lucha contra COVID19, y presionó para que la OMS siguiera la línea narrativa del régimen comunista que ocultaba la severidad de la crisis que se venía. Si China se hubiera comportado como cualquier otro país del mundo liberal, respetando la responsabilidad de no dañar a los demás hubiera advertido con transparencia y honestidad la gravedad de la crisis que afrontaba en ese momento, se hubiera salvado miles de vidas.

Reiterando, la falta de los Estados en prever y prevenir la pandemia ocurrió a pesar de tremendos gastos públicos en salud que se han hecho a lo largo de los años. En los países desarrollados se han invertido millardos de dólares en salud pública para asegurar a las sociedades en temas sanitarios. Incluso las grandes potencias gastan más en salud que en lo militar (Tabla 1). Un blanco favorito de los críticos progresistas es que EEUU es el país supuestamente más liberal de los países desarrollados, y que esto ha perjudicado su sistema de salud. Analicemos esta afirmación también. EEUU gasta mucho más que los países europeos en salud privada, es cierto, $1,792 per cápita versus el promedio de $651 para la Unión Europea, según datos del Banco Mundial para 2016 (Tabla 2). Esos gastos privados más altos es lo que hace que EEUU gasté más en salud en total como % PIB que la Unión Europea, 17.073% versus 9.929%, según datos del Banco Mundial para 2016 (Tabla 3). Más adelante veremos como la salud privada en EEUU presente un tremendo aporte en medio de la pandemia.

Sin embargo, a pesar de las inversiones públicas en salud, los Estados no previeron la pandemia, y no han sido muy eficientes en combatirla. Eso es culpa del sistema de salud pública, no del mercado y el sistema de salud privada. Gasto público en salud puede ser tremendamente ineficiente, así como sus regulaciones. Tomando el ejemplo de EEUU, gobiernos estatales y locales desperdiciaron millardos de dólares en proyectos inútiles a lo largo de los años, haciendo poco para prevenir los eventos tipo cisne negro como la pandemia, una de las meras razones por las que se inventan gobiernos. Por años, se advirtió que EEUU no tenía suficientes ventiladores y mascarillas, y gobiernos sucesivos no actuaron. Siguiendo con el caso de EEUU, regulaciones innecesarias de las agencias públicas encargadas de temas sanitarios han impedido respuestas efectivas ante el COVID19. El Centro de Enfermedades Contagiosas (CDC por sus siglas en inglés) es famosa por desperdiciar los impuestos. La Agencia Federal de Alimentos y Drogas (FDA) también atenta contra la salud pública con su excesiva burocracia y políticas y regulaciones contraproducentes y peligrosas.

En comparación con la ineficiencia estatal, es gracias al gasto privado en salud en EEUU que ese país ha logrado tener más camas hospitalarias de cuidado intensivo si se compara con los países europeos (Tabla 4), tomando posición número uno en el mundo en este importante rubro. A pesar de la evidencia que el uso de la hidroxicloroquina pudiera presentar un tratamiento positivo contra el COVID19, los gobiernos tardaron en aprobar su uso con pacientes críticos, para luego revertirse. Francia, Italia y España tienen grandes sistemas de salud pública, pero esto no ha impedido que sus tasas de contagio y mortalidad del COVID19 sean entre los más altos del mundo (Tabla 5). Con esto ha de quedar claro que gastar cuantiosas cantidades en salud pública no garantiza efectividad estatal en la prevención de pandemias, y que los gastos complementarios en salud privada, lejos de desplazar de la efectividad estatal, contribuyen a la solución.

 

 

En cuanto al argumento que liberales siempre y en todo momento se oponen a acción estatal, cómo pruebas médicas, o asistencia económica en medio de una recesión, esto también es una falsa narrativa. Para empezar, los Estados han reconocido que la medida más efectiva contra la propagación del COVID19 es el distanciamiento social. Esto requiere de mucha autorregulación y cooperación social basada en la responsabilidad individual, que es un principio fundamental del liberalismo. Asimismo, muchos liberales consideran justo y necesario que el Estado compense a las empresas y empleados que perdieron sus negocios y trabajos por disposiciones estatales. Liberales también aceptan que acción del gobierno puede ser necesaria para resguardar la seguridad pública, y una pandemia es el perfecto ejemplo de cuando liberales encargan al gobierno tareas importantes.

Un principio fundamental del liberalismo es no dañar al prójimo. Bajo la perspectiva liberal, Estados se fundan con este propósito en mente, resguardar los derechos individuales de todos, no solo la mayoría. Uno tiene el derecho de no ser dañado por otro, y tiene derecho de exigirle al Estado que se encargue que esto no pase. Por eso, algunos (no todos) liberales aceptan que puede ser en el interés colectivo de largo plazo aceptar ciertas restricciones temporales a la libertad individual, si y solo si son consideradas necesarias en el corto plazo para contener la propagación de una enfermedad mortal. Aún aquí lo que se acepta es que pueden haber restricciones temporales necesarias bajo circunstancias de emergencia que de ninguna manera serían necesarias o tolerables bajos circunstancias de normalidad. Aunque una parta de la premisa que dichas medidas son necesarias sería un despropósito, como bien ha dicho Ben Shapiro, recomendar toques de queda y cuarentenas obligatorias como un nuevo estilo de vida permanente. De ninguna manera liberales aceptarían que estas sean reglas generales para siempre. El problema es el riesgo que siempre existe que el Estado quiera asumir esos poderes permanentemente. Por eso no hay consenso entre liberales sobre ese punto. No obstante, la existencia del debate en sí, invalida el argumento socialista que los liberales no tratan estos temas.

La afirmación progresista que el liberalismo no tienen las herramientas ideológicas para lidiar con una pandemia es meramente falsa. Esta falsedad se basa en una mala comprensión del liberalismo. Es simplemente errado decir que la pandemia del coronavirus invalida el capitalismo frente al socialismo. Los países que mejor han respondido a la crisis, como Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán, Singapur, para mencionar algunos, son regímenes liberales que han respondido más sensatamente a la crisis, limitando las restricciones a la libertad para afrontar la pandemia que el régimen comunista chino desató en el mundo. Estos países han optado por medidas menos restrictivas que han limitado el daño económico que ocasionan las respuestas estatales, con mejores resultados en la lucha contra el COVID19.

En cuanto a recomendaciones específicas para guiar a las respuestas estatales, el liberalismo aboga por respuestas generales más que específicas. Como indicó Hayek, buenas leyes y reglas son generales, iguales para todos y certeras. De esa cuenta, sería preferible (si no políticamente viable o realista) evitar rescatar a industrias específicas e implementar intervenciones microgerenciadas. Serían preferibles en todo caso mecanismos de asistencia económica temporales a las personas, en vez de a empresas particulares. Los poderes estatales asumidos durante la crisis deberían de limitarse lo más posible, y confinarse al periodo de tiempo que dure la crisis. Esto aplica también a cualquier subsidio o asistencia social vista necesaria por la contracción económica inducida por las medidas gubernamentales. Si el gobierno no permite a las empresas operar y a las personas trabajar, se les debe una justa compensación.

Subsidiar para compensar los daños económicos causados obviamente cargaría tremendamente sobre las finanzas públicas, una gran preocupación liberal. El argumento liberal tradicional que los Estados no deberían de endeudarse por costumbre cobra particular importancia durante tiempos de crisis. Es una cosa gastar el 10% a 15% del PIB en momentos de crisis cuando la deuda pública es 0%, como en el caso de Hong Kong, es otra cosa cuando la deuda pública alcanza el supera el 118% del PIB, como sucede con las economías avanzadas del G7, según datos del Fondo Monetario Internacional (véase Tabla 6). Guatemala está relativamente bien parada en este rubro, siendo su deuda pública (25.9% del PIB) muy por debajo 2020 2020 de los países avanzados del G7 (118.2%).

Cabe recalcar que, como cualquier liberal podría predecir, las pruebas y los medicamentos, equipamientos y tecnología que se usa para mitigar la pandemia ha venido del sector privado. El papel que ha jugado el Estado en países con regímenes políticos liberales más que todo se ha enfocado en distribuir lo producido por la iniciativa privada en tiempo. De su parte, la iniciativa privada en todo el mundo ha respondido en tiempo real a la crisis, sin poca preparación previa. Ha habido fuertes choques de oferta derivado de disposiciones estatales, como las restricciones a la exportación de equipo médico o las prohibiciones de ir a trabajar. También vemos choques de demanda, ejemplificados en la falta de consumo de servicios turísticos y de restaurantes. No obstante, la pandemia está creando demanda que se alinea con las metas de salud pública, sin necesidad de corrección estatal. Ante la crisis, las personas salieron a comprar mascarillas, alimentos, desinfectantes, y otros bienes para aguantar la crisis en cuarentena. Esto causó insuficiencia de oferta temporal en algunos lugares, pero estos se están resolviendo con relativa rapidez. Como podría prever cualquier liberal, el mercado está respondiendo maravillosamente. Para dar un ejemplo, el fabricante del respirador N95 en EEUU, 3M, ha aumentado su producción a 100,000 mensuales y va en camino a producir más de un millardo anualmente. Críticos señalaron los imágenes de los estantes de papel higiénico y desinfectantes vacíos en supermercados para afirmar que el capitalismo había fallado, ignorando a propósito que los mismos se reabastecieron rápido y fácilmente, sin necesidad de intervención estatal. Varias empresas cambiaron sus líneas de producción rápidamente para abastecer las necesidades de los gobiernos en la producción de ventiladores, mascarillas, y otros bienes necesarios. Si los gobiernos se hubiesen encargado de esa producción necesaria, hubiera sido a mayores costos con menor calidad.

Una lección clara que nos debemos de llevar de esta pandemia es que gobiernos demasiado grandes y burocráticos no son ágiles y no se pueden enfocar en las tareas necesarias. Por esto los gobiernos deberían de respaldarse de la eficiencia de la economía de mercado y la iniciativa privada. Como hemos visto alrededor del mundo, los gobiernos podrán usar las pruebas del coronavirus que el mercado produce, y permitir que hospitales privados y empresas privadas hagan las pruebas. Lo mismo de las vacunas que casi seguramente vendrán eventualmente, y seguramente de la iniciativa privada. Gobiernos deberían también reenfocarse en sus tareas prioritarias, como ahorrar para el futuro, y acumular existencias en ventiladores, respiradores, y otro equipo médico esencial que produce la iniciativa privada.

Reconociendo que el fracaso ante la pandemia se atribuye al Estado, el importantísimo papel que juega la iniciativa privada en momentos de crisis y que para liberales el uso del aparato estatal es justificado bajo ciertas circunstancias como las actuales, quedan importantes lecciones. De cara al futuro, los gobiernos deberían de entender que las cuarentenas, toques de queda y restricciones a la libertad solo son medidas de cortísimo plazo, mientras dure la crisis. Esa es la gran diferencia entre el socialismo y el liberalismo. Sociedades liberales tal vez tendrán que aceptar restricciones a la libertad durante tiempos de crisis, mientras bajo el socialismo nunca se gozan de las libertades individuales que hoy valoramos más que nunca.

 

 *Publicado en revista Moneda, la semana del lunes 20 de abril del 2020. 

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