a corrupción después de la Cicig
El 3 de septiembre del 2019 llega a su fin un experimento fallido que duró doce años, la Comisión internacional contra la impunidad en Guatemala (Cicig). Mis amigos Ramón Parellada y Fritz Thomas publicaron dos columnas en estas páginas relevantes a dicho hito nacional. Thomas hace un retrato realista de los actores protagónicos: los políticos, los empresarios, los oegeneros, los grupos de presión y hasta los jueces y magistrados, son personas imperfectas, de carne y hueso. Era demasiado esperar que los funcionarios de la Cicig se comportaran como robots imparciales y omnicompetentes, capaces de resistir las agendas personales, políticas e ideologías, sólo por el hecho de ser extranjeros. A su vez, Parellada identifica la falta de límites al ejercicio del poder como la causa principal del fracaso. «Jamás debimos otorgarle a la Cicig el poder absoluto, capacidad, total inmunidad e impunidad para acusar personas,» sentencia Parellada. La Cicig misma se corrompió. Ambos tienen razón.